Inmersos en la sexta ola del coronavirus, y pese a que la víspera el presidente Mañueco aseguraba agotar la legislatura, disolvió las Cortes y convocó elecciones para el 13 de febrero con un atrevido propósito: ganar las elecciones por mayoría para no tener que depender de otros partidos.
Todos los miembros de Ciudadanos, incluso la consejera de sanidad, que ha estado al frente de la pandemia desde el primer día y no ha escatimado esfuerzos, lo han traicionado, y él no puede consentir traiciones que afecten negativamente a sus queridos ciudadanos de Castilla y León. Pero los ciudadanos de Castilla y León tienen más razones para sentirse utilizados por él que queridos. Más bien entienden que el adelanto electoral obedece a su deseo de asegurarse el cargo antes de que los tribunales se pronuncien sobre los presuntos casos de corrupción de su partido y financiación ilegal por lo que también él está siendo investigado, algo que también le sirve a Pablo Casado para desgastar al Gobierno, y cuando el jefe habla, si se quiere medrar, como es el caso, hay que bailar al son que toque, y caiga quien caiga.
No hace falta leer su programa electoral ni prestar atención a sus peroratas para conocerlas. En cuanto gane las elecciones los pueblos volverán a tener consultorios médicos por pequeños que sean, los vecinos de las zonas rurales estarán exentos de pagar impuestos, los pueblos vacíos volverán a llenarse porque tendrán los mismos servicios que las ciudades, los autónomos, los ganaderos, los trabajadores del campo y las empresas pequeñas, que se conformarían con dejar de ser castigadas, no tendrán que pagar impuestos, se acabarán las listas de espera en los hospitales, los jóvenes no tendrán que marcharse para trabajar, los mayores no tendrán dificultades para poder ejercer los más elementales derechos… Es decir: hará lo que su partido lleva casi cuatro décadas deshaciendo y él durante dos años no hizo otra cosa que seguir su ejemplo.
Dicen las encuestas que su atrevido sueño se hará realidad, pero como las encuestas se limitan a decir lo que los interesados les ordenen que digan, debería esperar a que hablen las urnas para celebrarlo, porque eso solo es posible si el 13 de febrero solo van a votar los que todos conocemos como estómagos agradecidos, o si la mayoría de los ciudadanos siguen siendo menores de edad aunque ya ni se acuerden de cuándo cumplieron los 18 años, y ninguna de las dos cosas es probable.