A finales de siglo, un niño fue encontrado en los bosques de una pequeña aldea de Francia. Sus padres lo habían dado por muerto. Por algún milagro no murió en el bosque. Sobrevivió, no como un niño, aunque físicamente era un ser humano, sino como un animal. Caminaba en cuatro patas, tenía por casa un hoyo en la tierra, no poseía un lenguaje significativo, salvo un grito animal, no reconocía relaciones cercanas y no se preocupaba por nada ni por nadie, salvo por su supervivencia. Leo Buscaglia
Si la persona se cría como un animal, se comportará como un animal. Si, por el contrario, crece en un ambiente humano donde es mimado, es tenido en cuenta, aprenderá a amar y vivirá en el amor.
Al margen de las definiciones que demos de amor, los psicólogos, antropólogos y educadores concuerdan en que el amor es una “respuesta aprendida”, “una emoción aprendida”. El modo como cada uno aprende a amar, está relacionado con las capacidades de cada uno, el medio ambiente y las personas con las que se relaciona.
El niño, indefenso, dependiente y vulnerable, necesita crecer en un clima de confianza donde se sienta seguro y pueda apreciarse a sí mismo; de esta manera podrá aceptar y respetar a los demás como son cada uno. Disculpamos, juzgamos o condenamos, en la medida que nos amamos, nos disculpamos y nos juzgamos. Cuando afirmamos que “el otro es culpable”, es porque, en definitiva, uno se echa sobre sí todas esas acusaciones. Los otros son nuestro eco. Cosechamos lo que hemos sembrado: estima aprecio, amor, desprecio, enojo, odio.
Es importante ver qué es lo que se ama para poder esperar los resultados. Amarse a sí mismo es apreciarse o quererse a sí mismo por encima de otra cosa.
En Estados Unidos, después de la caída de la bolsa, las personas que habían colocado sus ahorros en “cosas”, cayeron en la depresión y, muchos, en el suicidio. Los que confiaban en sí mismos, se dijeron: “Lo hice una vez. Puedo hacerlo nuevamente”.
Para crecer en este amor a sí mismo, a Dios y a los demás, es necesario aprender a amar. Ayudará mucho en este aprendizaje tener presentes algunos de los principios que enuncia Leo Buscaglia:
“No se puede dar lo que no se posee. Para dar amor debemos poseer amor.
No se puede enseñar lo que no se entiende. Para enseñar a amar debemos comprender el amor.
No se puede apreciar lo que no se reconoce. Para reconocer el amor debemos estar abiertos al amor.
No se puede vivir algo sin dedicarse a ello. Para dedicarse al amor se debe crecer permanentemente en el amor”.