OPINIóN
Actualizado 21/01/2022 07:22:22
Juan Robles

San Antón, nombre popular reconocido del oficialmente llamado San Antonio Abad, es un santo verdaderamente popular, y ligado en la devoción a la protección de los animales. De hecho, él decidió retirarse al desierto, siendo uno de los primeros eremitas o monjes solitarios. Nació en Egipto y vivió a caballo entre los siglos tercero y cuarto. Por su vida en el desierto se considera lógico que tuviera contacto con toda clase de animales, y aun que se hiciera familiar a ellos. Por eso, es fácil trasponer su historia al tiempo actual y considerar a San Antón como patrón y protector de los animales.

Desde ahí se entiende que en muchos lugares se haya aprovechado su fiesta para encomendarle los animales: los silvestres, los cuidados y puestos al servicio de la alimentación o de otros servicios, como el transporte, por parte de los humanos. La devoción ha llegado a la práctica religiosa devocional de acercar los animales a la iglesia y solicitar para ellos la bendición en el día de San Antón. Bendición que les sería más apropiada a los dueños de los animales y de las mascotas, que destinada a los propios animales.

En algunos lugares se han producido tradiciones populares más específicas. Tal es el caso del llamado marrano de San Antón en la localidad salmantina de La Alberca. Es una tradición arraigada que incluso ha llegado a encargar y situar la escultura de un cerdo de piedra en las proximidades de la iglesia del lugar.

El día 13 de junio, festividad de San Antonio de Padua, se celebra en La Alberca un acontecimiento especial; un cerdo o marrano se suelta por las calles después de haber sido bendecido y de que se le coloque una campanilla en el cuello para reconocer la cercanía del cerdo. Es el llamado Marrano de San Antón, que permanecerá suelto por el pueblo hasta el 17 de enero, fiesta de San Antón, día en el que el cerdo será sorteado.

Este cerdo deambula libremente por el pueblo, y los encargados de alimentarlo son los propios vecinos, que en muchas ocasiones también lo cobijan en alguna cuadra por la noche. Antiguamente este cerdo era cebado por los vecinos, y después se entregaba a la familia más desfavorecida o pobre; en la actualidad el cerdo es subastado entre los vecinos del pueblo, previa compra de unas papeletas. La recaudación de éstas se destina a obras sociales o de caridad, o a una ONG.

Este año, la fiesta de San Antón ha adquirido un especial relieve, circunstancial pero llamativo, con la discusión política y social en torno a la conveniencia o no de crear o cultivar grandes granjas o macrogranjas para la producción masiva de animales destinados a la alimentación y abastecimiento generalizado de nuestros mercados.

La discusión gira en torno a la conveniencia o no de la proliferación de dichas macrogranjas. Se piensa que la producción alimenticia de tales establecimientos es de baja calidad para la alimentación, siendo preferible a este fin la cría y producción de estos animales, destinados al consumo humano, en grandes extensiones de terreno y en régimen de libertad o semilibertad de los animales.

Los que cultivan y defienden la cría de los animales superestabulados, aparte de apoyarse en la mayor producción económica, sostienen que los animales están bien cuidados y no sufren maltrato alguno. Y, por otro lado, sostienen que se atienen a la normativa vigente para este tipo de cultivo animal.

La opinión de la inconveniencia de este modo de producción se está generalizando incluso en el conjunto de los pueblos de Europa. Por lo que se supone que este tipo de establecimientos tendrán que ir desapareciendo y sustituyéndose por la producción semiestabulada e incluso por la normal producción largamente extensiva.

La discusión se ha introducido en el terreno de la política y está creando graves problemas a los políticos y a los ganaderos. Y esta situación, por cierto, no se va a poder remediar con las bendiciones de San Antón.

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