Después de 30 años, de más de 30 años, el domingo pasado, Pilar y yo lo pasamos con Ángel Basas, salmantino ilustre, para quienes lo conocemos, por ser un gran deportista y porque, en su trabajo actual, lo vemos siempre en los Juegos Olímpicos. &
Cuando los amigos de infancia, cuates que diríamos en México, se dejan de ver y se reencuentran, cabe la posibilidad de que sean perfectos extraños y no entiendan nada, no se entiendan nada. No fue el caso.
En el año de nuestras cincuentenas, quisieron el destino, y el whatsapp, que el mismo día que nació mi sobrina Irene (¡Bienvenida!), se diera este reencuentro de dos que se conocieron en San Boal, en San Juan de Sahagún, al que se sumó una salmantina adoptiva, una abulense de Piedrahíta que nació en Baracaldo.
Porque la vida es eso, mezcla, suma, darse cuenta de lo que hay en común, que suele iluminar el gusto por recordar, por traer lo que había en común. También, claro, lo que se perdona (que la infancia y adolescencia dejan siempre algo que perdonar en el futuro), lo que se olvida, lo que vuelve a cobrar vida.
Ángel conoció, en el reencuentro, a dos españoles de acá, a dos enamorados de la Ciudad de México y su caos, que le intentaron transmitir ese amor? cuajado de anécdotas salmantinas, y de Monleras, de donde Ángel es también, porque de allí es Maite, su mujer.
Comimos, reímos, paseamos, recordamos; pasamos por el estadio donde Bob Beamon impuso su mítico récord y un saltador de prosapia como Ángel no dejó pasar la ocasión de bajarse a pisar ese suelo.
Todo es muy simple; pasamos un gran día y nos hicimos amigos.
Otra vez.
@ignacio_martins
https://www.facebook.com/ignaciomartinescritor
nachomartins (Instagram)