OPINIóN
Actualizado 02/11/2017
Celia Corral Cañas

Cuando era pequeña pensaba que con el paso del tiempo encontraría las respuestas a mis preguntas. Pensaba que cada vez tendría menos preguntas y más respuestas. Sin embargo, la verdad es que la mayoría de mis respuestas se parecen más a pensamientos dubitativos e intuiciones que a certezas. Y, en cambio, cada día tengo más preguntas.

Por eso me encanta preguntar a los demás, descubrir otros ángulos, asomarme a sus convicciones y a sus dudas.

Muchas veces opto por preguntar a Google. A Google que todo lo sabe. A Google que siempre está despierto, dispuesto y disponible. Todos los días le pregunto algo, como todos, supongo. A veces, las dudas llaman a otras dudas, dudas imantadas e infinitas que Google siempre escucha y responde. ¿Cuántas veces acudimos a él para preguntarle los datos más extraños e intranscendentales? Google es nuestro médico, nuestro economista, nuestro abogado, nuestro chef, nuestro traductor, nuestro profesor, nuestro informante incansable y excesivo. Aunque luego despreciemos sus respuestas, aunque critiquemos su evidente falta de rigor, sus incoherencias. Pero al final siempre volvemos a él, ¿a quién si no? Y él siempre nos responde con su inmediatez característica, con su energía inagotable y su confusión de postadolescente.

Es tan atento, tan empático, que incluso se anticipa a las preguntas, juega a adivinar qué queremos decir. Nos conoce tan bien, después de diecinueve años juntos, que, como una pareja compenetrada, termina nuestras frases. Si yo le pregunto "por qué", él me propone:

Si tecleo "quiero ser", él me sugiere:

Si pruebo con "hoy me siento", él ofrece:

Con respecto a "España es", afirma sin miedo:

En Google Poetics (creado por Sampsa Nuotio y Raisa Omaheimo) y en la versión española Google Poético (creado por Laura Pregel y Jonatan Scheines) han sabido encontrar la lectura poética de este fenómeno y compartir, a través de un sistema abierto de envíos de capturas de pantalla, los divertidos resultados. Las opciones que nos ofrece Google ante nuestros inicios de búsqueda se convierten en versos de un hipotético poema. Este "poema" automático de creación colectiva es fruto de las búsquedas que más veces han sido realizadas por los internautas y de ese poquito que Google ha aprendido de ti y de tus inquietudes, de modo que se mezclan el absurdo del azar con el reflejo de los grandes interrogantes de la comunidad conectada. No tiene sentido, cierto, pero, ¿no tiene sentido?

Ahora busco "La poesía es" y Google me contesta:

Termino el entretenimiento con un "Google es" y un "Google sabe" para que él, que ha visto en nuestra mirada las respuestas, se autodefina:

Google nos recuerda quiénes somos y nos entrega al caos informativo del que vinimos. Para que sigamos buscando. Para que tengamos suerte. Para que no dejemos de preguntarnos. Hable con Google. Y, ante la duda, no dude en dudar.

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