Me voy de vacaciones como Dios manda: con la maleta llena de libros y de agradecimientos. Muchas gracias, otra vez, a Casa África que me ha premiado un microrrelato en su Certamen. África tiene un color especial. Quizá por eso, este premio me hace una ilusión también especial.
Aquí os dejo a mi querido pez-tigre.
GOLIAT
Temprano, el Aquarium permanece sereno. Cuando llegan los turistas, a menudo se convierte en una inmensa sabana, con sus previsibles estampidas de búfalos, jirafas y ñus. Pero, a primera hora, mientras preparo la comida de los animales, se sostiene quieto, en perfecto equilibrio.
Hasta los peces-tigre del Congo se desperezan lentamente y se van acercando al cristal, o a la superficie, para ver qué es lo que pueden devorar de entre lo que les voy echando. En cuanto arrojo las presas vivas, todos se abalanzan sobre los manjares y los destrozan con las cuchillas que les cuelgan de las mandíbulas.
Todos menos uno. Goliat es diferente. No pelea, no engulle. Se queda en un rincón, esperando a que sus compañeros concluyan y, después, me mira durante unos segundos, expectante. Es entonces cuando le dejo caer trocitos de papel, como si fueran las nieves del Kilimanjaro. Goliat devora libros: "Memorias de África" le duró un día y medio; "La Casa del Hambre", apenas dos días.
He pensado muchas veces en decírselo al jefe, pero no lo he hecho. Goliat se haría famoso, tendría que devorar libros en público y, tal vez, lo que es virtud alguno lo podría tomar por debilidad. Yo le veo sano y feliz, así que prefiero seguir alimentándole a escondidas.