OPINIóN
Actualizado 23/04/2017
Carlos Javier Salgado Fuentes

Hoy, 23 de abril, se celebra un año más el Día del Libro, una conmemoración a nivel internacional que fue iniciada por la UNESCO en esta fecha de 1996, hace ya más de dos décadas.

La razón para escoger esta fecha estriba en la significación que tuvo el 23 de abril de 1616 sobre varias figuras notables de las letras a nivel mundial. Así, este día falleció el escritor Garcilaso de la Vega, a quien habría que sumar al dramaturgo y poeta británico William Shakespeare (que si bien falleció en esta fecha por el calendario juliano, que regía entonces en Gran Bretaña, en el gregoriano por el que nos guiamos en la actualidad lo hizo el 3 de mayo). A ellos se añadiría la ilustre figura de Miguel de Cervantes y Saavedra, autor del Quijote, que falleció el 22 de abril pero fue enterrado el 23, siendo especialmente simbólica su figura.

Curiosamente, en España el 23 de abril no fue inicialmente el Día del Libro. Así, en el primer tercio del siglo XX, el rey Alfonso XIII instauró como tal el 7 de octubre, mediante Real Decreto firmado en 1926. No obstante, apenas cuatro años después, en 1930, el 23 de abril ya se había erigido oficialmente como Día del Libro Español por Real Decreto, teniendo especial repercusión en Cataluña, donde coincidía con el día del patrón Sant Jordi (San Jorge).

Precisamente, por haberse instaurado esta fecha como el Día del Libro, cada 23 de abril se entrega en la cuna de Cervantes, Alcalá de Henares, el prestigioso Premio Cervantes, el más importante de la literatura española (si bien este año, al caer en domingo, ha visto adelantada su entrega al jueves previo), haciéndose con el mismo en 2017 el escritor barcelonés Eduardo Mendoza, que toma el relevo de importantes figuras que lo han recogido desde que se crease en 1976 como Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Alberti, Torrente Ballester, Buero Vallejo, Delibes, Vargas Llosa, Cela, Umbral o Gamoneda.

En todo caso, y premios aparte, para quien sabe apreciarlo, un buen libro es toda una joya. Y es que mediante la lectura se puede viajar con la mente, soñar, imaginarse historias, lugares y personajes a los que, relatados en novelas, nuestra mente se encarga de dar forma. Pero sobre todo, con los libros podemos aprender, descubrir cosas que desconocíamos y con ello mejorar, pues un mayor conocimiento nunca está de más.

Por otro lado, fueron los libros los que nos ayudaron a aprender a leer y escribir, y con ello, a saber interpretar cosas tan sencillas como los carteles indicativos de las carreteras, las instrucciones de uso de cualquier cacharro o qué productos son los que se hallan en cada estante de un supermercado.

Y es que, sin libros, sin lectura, el mundo sería mucho más caótico, y frecuentemente, no sabríamos si los rumores que circulan por las calles tienen fundamento real o no, ya que las palabras se las lleva el viento pero lo escrito, escrito queda. Por ello la escritura, los relatos de hace siglos, tienen una gran importancia, porque son los que nos señalan como acontecieron ciertas cosas o qué adelantos se dieron en dichas épocas, ayudándonos a entender y mejorar el presente. Y por ello, es importante que leamos y que se siga escribiendo.

Pero, sin duda, uno de los mayores retos para el futuro de la literatura se llama Internet. Una herramienta tan potente y útil como amenazadora a la vez, que puede abrir mil oportunidades y a su vez cerrar otras tantas. ¿Cómo se adaptará la literatura a internet? Sigue siendo una pregunta difícil de responder, aunque no menos difícil de contestar que la de cómo se adaptará a un mundo tan acelerado, donde la gente no parece tener tiempo para leer sosegadamente un libro cuya trama no finaliza en menos de una hora.

Parece que, por ahora, los medios electrónicos van ganando terreno a los libros en papel, pero éstos se mantienen aún firmes, aferrados a un encanto del que carecen los medios electrónicos. Esperemos, en todo caso, que ambos medios puedan seguir conviviendo y queden libros en papel para rato, pues en ocasiones hay pocas cosas más reconfortantes que poder gozar de la lectura tranquila de un libro que te lleve a otro espacio y lugar sin moverte un metro de casa.

¡Feliz Día del Libro!

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