Con motivo de la fiesta del patrono de los obispos de América -27 de abril- y en vísperas de la publicación de mi libro sobre los 425 años del Seminario de Santo Toribio de Mogrovejo, les adelanto el capítulo relacionado con sus vínculos salmantinos.
En la fundación del Colegio-Seminario (primero "de Astorga", ahora "de Mogrovejo"), dependiente de la Universidad de San Marcos, subyace el recuerdo de su experiencia salmantina. El Licenciado en derecho civil y canónico, Toribio Alfonso Mogrovejo, ingresa como alumno becario del Colegio Mayor de Oviedo en febrero de 1571 y allí estudia y se forma; hasta que en 1573, interrumpiendo sus estudios de doctorado, pasaría a ocupar el cargo de Inquisidor de Granada. Como bien ha caracterizado A. M. Carabias, el colegio mayor es «un centro docente en régimen de internado de sus becarios, que se caracteriza por estar acogido a la protección real y pontificia y por requerir específicas condiciones físicas (edad, salud), intelectuales (ser al menos bachiller en una facultad mayor), económicas (pobreza), circunstancias personales (vida intachable, limpieza de sangre) y determinada procedencia regional de sus miembros». En este colegio, en régimen de internado, se beneficia de la selecta formación impartida: buen trato social, distinción de costumbres, ambiente de piedad (misa diaria, comunión frecuente...) unido a una sólida formación humanística y teológica. Los colegiales de San Salvador de Oviedo debían ser graduados en Teología, Cánones o haber seguido cuatro cursos en alguna de dichas facultades. Se exigía, como en el resto de los colegios, la limpieza de sangre, excluyéndose a todo aquel que tuviera algún antepasado judío; debía contar con 21 años. Por otro lado, el hábito propio de los colegiales era la loba de buriel (especie de sotana de color rojo, entre negro y leonado), el bonete (gorro de cuatro picos) y la beca (faja en bandolera por el pecho y espalda) de color morado.
Al igual que en Salamanca, se eligen 28-30 alumnos, por rigurosa selección, entre las 120 solicitudes y, de igual modo, como ya hemos adelantado, visten loba de buriel, beca morada y bonete. Las constituciones del Seminario, calcadas del de Oviedo, en Salamanca, perfeccionan la reglamentación espiritual por tratarse de un seminario exclusivamente sacerdotal. Entre los profesores universitarios que enseñan a los primeros colegiales cabe destacar: F. Franco, Jerónimo Lope y Antonio de León, entre los seglares; el canónigo Antonio Molina, el agustino Fr. Luis López, el provisor y vicario general Antonio de Valcázar, el canónigo Juan de la Roca y el también canónigo Juan de Balboa, primer graduado criollo de la Universidad.
Uno de los colegiales en quien más impresión causó fue en Diego de Zúñiga, que al ser oidor de la Audiencia de Granada le propondrá como inquisidor y más tarde, como Presidente del Consejo de Castilla. Asimismo, interviene ante el Rey para nominarle como arzobispo de Lima. Huella indeleble marcará en el santo los años vividos aquí; lo demuestra el hecho de fundar una misa a perpetuidad desde Lima:
En tiempo que puedan hallarse todos los colegiales presentes...Hame movido a hacer esto la afición grande que tengo a esa santa casa, como es justo que así se haga y todos tengamos el reconocimiento que es razón como hijos de ella. A vuestras mercedes suplico se me encomiende a Dios en esta santa casa, para que me tenga de su mano y acierte en todo a servirle con ardentísimo amor. Yo hago lo mismo, aunque indigno, muy de ordinario, por esta santa casa, colegiales y hermanos de ella.[2]
Salamanca correspondió de forma sobresaliente a esta «afición». Para festejar su canonización organizó un octavario solemne acompañado de cohetes artificiales en 1727 y hasta dos corridas de toros en la Plaza Mayor. El cronista Guerrero dirá: Con ser Salamanca la que dispone las más magníficas fiestas de España, preparó el Colegio de Oviedo una nunca vista... Parecía la plaza una encendida Roma.[3] El único recuerdo de su estancia salmantina es el altorrelieve conservado en uno de los patios del Museo de Salamanca, junto a la famosa estatua de Fray Luis de León. Es obra de L. S. Carmona, en mármol de Yelves y titulado Aparición de la Virgen y San Bernardo a Santo Toribio de Mogrovejo. El material procede del desaparecido Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo (destruido por las tropas de Napoleón en la Guerra de la Independencia). Se representa la escena alusiva a un milagro atribuido a la vida del santo. Sucedió que, al sentirse ingresar en la Orden Cisterciense y dedicarse a la vida contemplativa, fue disuadido por el propio san Bernardo que le indujo a seguir en la vida activa. El santo, en hábito de colegial, se halla arrodillado ante un fondo de librería que seguramente recuerda a la rica biblioteca heredada de su tío Juan de Mogrovejo, canónigo y catedrático de Coimbra. Aparece justo en el momento de recibir la beca de colegial de manos de la Virgen ayudada por un ángel en presencia de san Bernardo sentado sobre trono de nubes.
[1] Carabias Torres, A. M. «Catálogo de colegiales del Colegio Mayor de Oviedo (S.XVI)». Studia Histórica, revista del Departamento de Historia Moderna de la Universidad de Salamanca, Vol. III, N. 3, 1985, pp. 63-105.
[2] Carta citada en Rodríguez Valencia, V. Santo Toribio de Mogrovejo, organizador y apóstol de Suramérica. Tomo I. Madrid: CSIC, 1956, p. 112.
[3] Guerrero, N. El Fénix de las becas. Lib. III. Salamanca: Viuda de Gregorio Ortiz Gallardo, 1728, pp. 26-40; pp. 227-37.