OPINIóN
Actualizado 10/01/2022 13:03:44
Eusebio Gómez

El ser humano sigue avanzando y preguntándose ¿quién es Jesús?

Nació en tiempos del emperador Augusto, actuó durante el régimen del emperador Tiberio, Herodes era tetrarca de Galilea y murió bajo el mandato del procurador Poncio Pilato (Lc 3, 1). El 7 de abril del año 30 d. C. tiene una gran probabilidad de responder a la fecha de la muerte de Jesús (Josef Blinzier).

Cada evangelista nos presenta a Jesús destacando un aspecto, según el lugar y en el tiempo en que vive, su cultura… Cada uno expresa la fe de una manera distinta. Es necesario recordar que los evangelios no son una biografía de Jesús; sin embargo, nos permiten el acceso a aspectos de Jesús, con lo cual nos impiden caer en una actitud de escepticismo radical. Nos aportan una dimensión teológica.

El Jesús histórico y el Jesús de la fe son inseparables. Hay, por tanto, una continuidad entre ambos: el Cristo resucitado es el Cristo de la cruz, es Dios.

Jesús hombre. Crece en condiciones muy sencillas, en la casa de un pequeño trabajador, de un carpintero; no tuvo casi ninguna formación cultural. Jesús se hace hombre y así nace, en las afueras de Belén, en unas cuadras donde se refugian unos pastores con su ganado. No vive en casa de lujo, no tiene donde reclinar la cabeza. Pasa desapercibido la mayor parte de su vida, pues hasta los treinta años tiene un trabajo sencillo, ama a todos y vive humildemente. Jesús se acerca a todos y habla con ellos: pecadores, mujeres, pobres, leprosos… A todos considera iguales, ya que el Reino de Dios no excluye a nadie, está abierto a todos.

Los datos que nos transmiten los evangelios de Jesús son los de cualquier persona: nace en una familia, come, duerme. Jesús tiene sentimientos humanos. Llora ante la tumba de Lázaro, siente compasión por la gente, abraza a los niños, siente cansancio, no tiene donde reclinar la cabeza. Conoce la soledad, la tristeza y la angustia. Tiene amigos y le duele la ingratitud de los discípulos. Encuentra la alegría en las cosas de cada día. Ama la naturaleza, la observa, la admira y tiene un gran respeto por ella. Toma infinidad de imágenes de la misma: el sembrador, el pastor. Se fija en los pajarillos, los lirios, la gallina. El sentido de observación lo vincula con cualquier realidad humana, política, social, religiosa y expresa en parábolas las diferentes actitudes: el ladrón, el padre y el hijo.

Jesús tiene un poder especial, atrayente, lo ven como un profeta poderoso en hechos y en palabras ante Dios y ante todo el pueblo. Se hace todo a todos y toma sobre sí la pequeñez, la ignorancia, la misma tentación, sufre como nosotros, menos la mordedura del pecado. En los momentos de aflicción, grita, suda sangre, se siente solo y abandonado. Jesús, pudiendo ser grande, elige ser pequeño y débil, sabe que lo grande acontece en lo pequeño, el éxito en la humildad, la vida en la muerte; se pone del lado de los desposeídos, de los atribulados, de los pisoteados. Promete el paraíso a un hombre atormentado; protege a los niños y a los indefensos, defiende a los pecadores. A todos quiere llenarles el corazón de esperanza, a enseñarles a esperar en contra de toda esperanza. Viene a nosotros como amigo y como hermano y permanece siempre a la escucha.

Eusebio Gómez Navarro, exprior de los Carmelitas en Salamanca

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