OPINIóN
Actualizado 15/01/2022 09:35:29
Rubén Martín Vaquero

Una mujer divorciada se escribe cartas a sí misma

Querida,

Sentada en la terraza del café Dindurra dabas fe de cómo comenzaba a declinar la primavera, cuando te abordó desde el velador próximo pidiéndote el tarro del azúcar. Bien porque estabas harta de contemplarte sola o porque los ángeles amañasen el instante, sólo fue preciso un vistazo rápido para que aquel individuo se te antojase interesante, como si le conocieras de toda la vida. Él debió descubrirlo en tus ojos porque tras pedir permiso con una sonrisa, se presentó y sentó a tu lado y tú, que no creías en los milagros, intuiste que en él nacían los arco iris. Sin embargo en la fugacidad de unos sorbos de café tuvo que irse. Estoy en el descanso de media mañana y tengo que regresar al trabajo –te explicó, no sin antes quedar citados para el día siguiente a la misma hora y en la misma mesa. Está encantada –comentó bajito. Tú asentiste y se fue robándote el aire. Reconoce que esa noche, en la calma chicha de tu habitación, no se hartaban tus labios de pronunciar su nombre. ¿Cómo saber en aquel entonces que tenía el espíritu curtido con soledades?

Junto a ti en el recuerdo

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