"Solo fracasan los que dicen no fracasar, solo pierden los que no lo intentan. Sobre el fracaso hay muchos mitos y medias verdades inventadas para estigmatizar a quienes se atrevieron en dar un paso adelante, e intentaron cambiar las cosas."
Cuando Steve Jobs, fundador de Apple, fue despedido de la empresa que había creado, no se lo podía creer. Puedes imaginarte múltiples escenarios críticos, pero que te echen de tu propia empresa es algo mucho más que insólito. Pero para Jobs. Ésta fue una más de las crisis que hubo de encarar en su vida. La primera, cuando fue dado en adopción, La última, cuando le diagnosticaron un tiempo corto de vida por una grave enfermedad (falleció 5-10 2011). Su afán de emprendedor, le hizo recuperar la empresa y su discurso en la Universidad de Stanford ha dado la vuelta al mundo a través de internet. – Viene a decir que, al menos en su vida, cada crisis, cada supuesto fracaso ha acabado siendo como una especie de bendición. Los fracasos pueden convertirse en oportunidades- sostenía-.
Un fracaso es un fracaso. Pero una sucesión de fracasos acaba generando una crisis en toda regla. No todas las crisis son iguales, pero todas tienen algo en común; la resistencia al cambio, que a la vez nos sitúan en una doble posición: oportunidad o amenaza, también sus consecuencias; o te hundes o te fortaleces. Este es el problema de las crisis, son radicales. No se admiten puntos medios, ni medias tintas, si no es así, no es crisis, será un proceso de cambio, un disgusto, algo que fue y lucha por ser etc. Una crisis es un proceso de muerte simbólica para renacer de nuevo. Por terrible que sea lo sucedido, no deja de ser un resultado, algo que podemos aprender, cambiar, mejorar, corregir, evitar en el futuro. En lugar de entretenernos en culpabilidades, penas o flagelaciones, vale más que aprendamos de lo sucedido o que sepamos transitar las crisis que suelen acompañar el duelo y la frustración. El fracaso es el alimento del “fracasador” un calificativo dirigido a la motivación, a la moral, a la ilusión. Pero solo se convertirá en fracaso, si el “fracasador” eres tú mismo. No es lo mismo tener un fracaso que ser un fracasado.
El corazón de una crisis es eso, una lucha interna en la que no hay ruido de sables, sino un vaivén emocional que desgasta toda la energía, disponible ya de buena mañana. La resistencia al cambio suele ser intensamente dolorosa porque significa soltar esas amarras que han permanecido ancladas en burbujas de comodidad, de protección y de control. Sabes que no puedes ir hacia atrás, porque la crisis ha llegado justamente por permanecer demasiado tiempo aguantando algo insostenible. Pero tampoco puedes ir hacía a delante, porque tampoco sabes que es lo que te vas a encontrar, no se dispone aún de la confianza necesaria para entregarse. – Las crisis son paralizadoras. Están atenazadas por el miedo-.
A lo largo de la vida vamos a sufrir diversos avatares que afectaran a diversas áreas de nuestra existencia, nuestra cotidianidad es una lucha para evitar el mal mayor, Más que dirigir la acción hacía lo que queremos, la dirigimos a evitar lo que no queremos. Todo son esfuerzos para no caer. Sin darnos cuenta, en lugar de ahuyentar el miedo, lo estimulamos. De tanto temerlo, lo atraemos hacía nosotros. Que tropecemos es algo inevitable. Pero lo que mide nuestra autentica capacidad de respuesta es el tiempo que necesitamos para volvernos a levantar. Crisis, disgustos y fracasos, los vamos a pasar todos. Lo que diferencia a unos de otros son los recursos internos que nos permiten recuperar lo antes posible el timón de nuestra vida. Unos lo miden de forma optimista, y otros pesimista. Unos ven el vaso medio lleno, y, otro medio vacío. Unos ponen mucha razón y otros mucha emoción. Pero lo que unos y otros deben evitar es un exceso de expectativas. Cuanto más elevadas, más dura puede ser la caída. No hay que renunciar a las expectativas, sino saber ver en ellas la parte de fracaso que ocultan. Cuando se anda metido en la incertidumbre, la mecánica mental se pone en marcha a velocidad de vértigo. El pensamiento se obsesiona por partida doble, tratando de buscar justificaciones, o porqués de lo sucedido y anticipar lo que puede ocurrir en el futuro. No hay manera de centrarse en lo que más necesitamos en tiempos de crisis: estar presentes y estar en presente. Y les aseguro, que se de lo que hablo…
Fermín González, salamancartvaldia.es blog taurinerías