Juanjo estaba sentado delante de la televisión. Se había levantado bien pronto, fiel a la liturgia de cada año, y se había plantado delante de la caja tonta, con un montón de papelitos encima de la mesa. Estaba nervioso, excitado.... le sudaban las manos y su pulso estaba realmente acelerado.
Los niños de San Ildefonso iban cantando números en un mantra casi hipnótico y a veces un poco chirriante,.....y los premios iban cayendo. ¡Nada! A ver si hay más suerte con el siguiente.....¡nada!.... Así fueron pasando los minutos, las horas, y al final, como cada año, el rito terminó con decepción, desencanto y un hilo de mínimo consuelo en forma de ¡para el año que viene!
Juanjo cogió todos los décimos y participaciones que tenía y las guardó, para comprobar si había algo en la pedrea. Luego empezó a ver en la tele la imagen de los “afortunados”: gente riendo, bailando, descorchando botellas de champán a la puerta de las administraciones de lotería.... Les había tocado un buen pico, ¡ay, quién lo pillara! Esos seres humanos tocados por la diosa Fortuna habían ganado, como el Estado, que también había ganado (el que más).... Y Juanjo veía esas imágenes con cierta envidia, con cierto deseo de ser él el que estuviera en esa situación..... ¡Es la suerte! ¡Pero yo tengo bien poca!
Pero Juanjo ahora no se da cuenta que no todo es lotería, que no todo depende del capricho del azar...
Juanjo busca trabajo hace mucho tiempo, y nada....¡no hay suerte! Pero, ¿suerte?
Hay cosas que no son cuestión de suerte. O al menos, si lo son, no deberían de serlo. Hay cosas que no son un juego. Hay cosas que no deberían depender de que un niño o una niña encorbatados y con voz fina saquen la bola de mi número.... El tener un puesto de trabajo es un derecho. Y esforzarse para tenerlo y mantenerlo debería ser una obligación. Que haya tantas personas sin trabajo, no es fruto del azar ni de la mala suerte, sino de la mala gestión o al menos mediocre, de los abusos, de ciertos usos, de la avaricia de unos y la pasividad de otros.... A ver si va a resultar que para poder trabajar y ganarse la vida dignamente Juanjo va a tener que comprar un décimo de lotería especial, y su futuro va a estar en las manos inocentes y cándidas de los escolares de San Ildefonso
Pero al final, muchas de las cuestiones de la vida dependen de nosotros mismos en mucha medida. De nuestro esfuerzo, nuestro tesón, nuestro sacrificio…. Sí, eso que ahora no está de moda, pero que ha sostenido la civilización durante siglos. Apostar a los valores de la superación, el trabajo bien hecho, la alegría, el amor y respeto a las personas es valor seguro. Vamos, que con esos décimos, toca casi siempre. Y luego, la pedrea de la resistencia, de la búsqueda de la excelencia y la huída de la mediocridad (lo mínimo, lo justito…).
Está bien que nos entretengan y nos atontonen con loterías y azares, pero está mejor que quienes más se benefician con estos azares, se preocupen un poco más por no dejar en manos del bombo el trabajo y la dignidad de tantas personas...
Juanjo sigue buscando curro... y sigue soñando con la lotería, quizá para el próximo...