OPINIóN
Actualizado 20/12/2021 12:10:39
Maeva Peraza

“… Es un disparate pensar que se puede crear buena ficción

a partir de materiales sin elaborar. Una debe salir de la vida,

situarse en su borde exterior, y concentrarse en un punto,

reunir muchas partes dispersas en un personaje,

enseñarle a vivir en tu cerebro”

VIRGINIA WOOLF

Se percibe en toda la obra de Andrés Alén (Salamanca,1953) un camino de experimentación que insiste en la búsqueda de texturas insólitas, alternando entre figuración y abstracción para mostrarnos a un artista matérico, concreto, expresionista y sin dudas reacio a cualquier clasificación que no sea la de la plena libertad creativa. Si bien las exhibiciones de su trabajo comenzaron a acontecer de manera tardía, y gran parte de las mismas en su ciudad natal, es en la sucesión de dichas muestras que podemos apreciar el resultado de las investigaciones de este creador.

Para Alén, la manera más orgánica de examinar las formas y el color ha sido el collage, con todas las posibilidades que este ofrece. Dicha técnica ha acompañado su quehacer de manera reiterada y se hace ostensible la comodidad que representa para el artista por su amplitud comunicativa. Sus collages se distinguen por su organicidad; en ellos crea composiciones en las que se aprecia un gusto por los tonos ocres, por atmósferas intensas donde las formas y los objetos yacen en vertiginosa descomposición.

La abstracción que domina Alén está lejos de ser aquella que aísla el concepto y lo encierra en un mundo ajeno a referentes. Por el contrario, su personal relación con la abstracción se basa en la sugerencia, en la creación de una nueva realidad fragmentada, colmada de cuestionamientos que parten de sus propias búsquedas pictóricas, de dudas existenciales en torno a la pertinencia del arte y del rol que desempeña su artífice. Creación autorreferencial y dialógica a todas luces; se trata de un intercambio entre las propias obras, la mayoría de pequeño y medio formato, que funcionan como un conjunto, pero también entre el artista y el receptor.

Por otra parte, el acercamiento de Andrés Alén hacia lo figurativo se deriva, precisamente, de una pulsión hacia lo abstracto. La profunda relación entre ambos universos, que no son más que una sola unidad de contenido -este hecho llega a su máxima expresión en Ora-Acción, a mi juicio de sus exposiciones más fascinantes-, se basa en esas atmósferas inquietantes, en deconstrucción. Sus cuasi personajes son seres incompletos, inestables como el entorno con el que se fusionan. Sus rostros y meninas se caracterizan por su expresionismo, por esa duplicidad entre voluptuosidad e impermanencia, pues parecen prestos a desaparecer, a convertirse en materia, en espacio.

En su serie Homografías, las figuras aparecen esbozadas y repetidas a modo de viñetas, en este caso cada imagen se plantea como una secuencia cercana al cómic. El artista emplea el elemento lúdico desde el propio título, pues una homografía es la coincidencia de dos palabras que se escriben de igual forma, aunque portan distintos significados. Apreciamos también la intención de conjunto, pues estas piezas no funcionan de manera aislada, sino como un todo. Andrés Alén las ha concebido como una polifonía y como es propio de su universo ha creado una unidad de significado, nuevamente oración.

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