OPINIóN
Actualizado 11/12/2021
Tomás González Blázquez

En la habitación de mis hijos, con paredes cada vez más pobladas (¡como si sus padres nos hubiéramos conocido entre muros churriguerescos!), hay espacio para el Monstruo de Colores. Sigue ayudando en esto de afrontar las emociones, convivir con ellas, aprender a ser uno junto a los otros. El amarillo es la alegría; el rojo, la rabia; el azul, la tristeza; el negro, el miedo; el verde, la calma; el rosa, el amor. Esa asignatura, por muy mayores que seamos, siempre se está estudiando. Como dicen los que se dice que saben, es transversal. La materia que he preparado esta semana, al contrario, trata más concretamente sobre geografía leonesa y castellana, en lo que a vertiente sanitaria se refiere, que es uno de los asuntos de moda y más a la mano en el mercado de armas arrojadizas.

En aras de una transparencia siempre digna de elogio, la Junta de Castilla y León ofreció hace unos días un análisis de datos abiertos? pero cerrados a 31 de octubre de 2021. Los presenta como "Indicadores de estructura asistencial en Atención Primaria": tarjetas sanitarias (pacientes) por profesional y pacientes diarios en consulta ordinaria. Tanto para médicos de familia como para pediatras y enfermeros. Igual que se asignaba un color a cada zona básica de salud según la incidencia acumulada de Covid (de menor a mayor: verde, amarillo, naranja, rojo), ahora la variedad cromática atiende al número de pacientes asignados a cada médico, haciendo media entre todos los cupos de cada zona básica. Si son menos de 400, rojo. Si tienen entre 400 y 800, amarillo. Si el cupo se encuentra entre 800 y 1500, verde. Es "zona negra" (o de un tono oscuro que no acierto a precisar) cuando la media supera los 1500 (por ejemplo, en la ciudad de Salamanca, CS Capuchinos o CS Universidad-Centro). Obviamente, me he fijado en los datos de mi zona, los del CS Alcañices en la comarca zamorana de Aliste. Según la Junta de Castilla y León, a 31 de octubre de 2021 nuestra media de pacientes por médico era de 389. Somos zona roja, lo que Sacyl entiende que hay que "reordernar para mantenimiento de capacidades". Las amarillas son zonas "a reorganizar para equilibrio de cargas asistenciales". Las verdes no precisan comentario. Las oscuras necesitan "reforzar para amortiguar cargas excesivas".

Sé que los pacientes que tengo asignados se acercan en número más al verde que al rojo, con la particularidad de que están repartidos en siete núcleos de población separados por amena orografía, pero el caso es que no me cuadraba la cifra media de mi zona proporcionada a los ciudadanos. No tengo otra manera de contrastarla que a través de Medora, mi herramienta de trabajo, la base de datos que empleo si quiero manejar la lista de pacientes diabéticos, o hipertensos, o fumadores, para planificar mi consulta. Ahí aparecen todos los pacientes que debo cargar en mi ordenador si trabajo en un consultorio sin conexión a internet: 4506. Deben sumarse los que residen en el pueblo donde se sitúa el centro de salud, que no se vuelcan a los ordenadores portátiles: 940. En total, 5446. Divididos entre los once médicos de cabecera que trabajamos en este equipo de Atención Primaria, 495. Es nuestra media a 7 de diciembre de 2021. ¿Ciento seis pacientes de diferencia por médico en poco más de un mes? ¿Un cambio de población de más de mil habitantes en una comarca tan pequeña? No cuadra. Pero son mis cuentas. Las únicas que puedo hacer. Seguramente ese portal de transparencia contará con registros diferentes que escapan a mi alcance y conocimiento.

Sea como sea, no negaré que reordenar, reorganizar y reforzar son tres verbos que no pueden ignorarse en la sanidad de nuestra tierra, aunque admiten interpretaciones, enfoques y prioridades distintas según seamos pacientes del medio rural o del urbano, médicos de pueblo o de ciudad, gobierno u oposición, gestores sanitarios o administrados. Yo también quiero mantener y ampliar mis capacidades. Y que aquellos compañeros que atienden más de 40 pacientes al día (nuestra media es 25, aunque me acerco más a ellos) soporten menos presión asistencial. Y que logremos trabajar de un modo tal que no haya la sensación de desatención que están experimentando muchos pacientes mientras, al mismo tiempo, los médicos perciben saturación y sobrecarga. Acepto, por último, que el tema 2 ya no lo he estudiado.

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