OPINIóN
Actualizado 30/11/2021
Francisco Delgado

El pasado viernes 26, día de la fiesta del consumo, importada hace años desde USA, cuando las cabezas ciudadanas estaban en su mayoría ocupadas en encontrar respuesta a la pregunta "¿qué me puedo comprar?", fueron apareciendo en teletipos y pantallas varias negras noticias que nos concernían a la mayoría de la población, y que dieron al traste con "la fiesta del consumo".

La más paralizante, por el temor que inspira, es la de la aparición de una nueva variante del Covid 19, la variante Ómicron, aparecida en Sudáfrica y de la que ya se han detectado varios casos en países centroeuropeos.. Aunque aún no es segura su gran peligrosidad ( quizás las actuales vacunas no podrían hacerle frente) el miedo ya está haciendo de las suyas: una bajada general de la Bolsa, una anulación de viajes turísticos internacionales, la prohibición de vuelos del sur de África con Europa?. Este temor unido al aumento significativo y diario de nuevos casos de Covid en todos los países europeos y el inicio de nuevas restricciones, está congelando la luz de los millones de lucecitas navideñas encendidas ya en nuestras ciudades.

Algún periodista aficionado a la psicología sacaba el titular de que las luces influyen positivamente en el estado de ánimo de los consumidores; como si dijera que a más derroche de luz, más derroche de compras. Que al parecer es de lo que se trata. Pero dicho periodista no fue consciente de que él sabía una afirmación más precisa: cuantas más luces encendidas, más consumo de la carísima luz de los últimos años; las eléctricas están más contentas que nunca. Para el ciudadano medio no habrá más compras estas navidades; solo las minorías que han recogido buenos beneficios bursátiles este año y cuya recogida ha dado lugar al bajón del viernes negro, podrán comprar lo que se le antoje: incluso un gran stock de nuevas vacunas para las nuevas variantes del virus.

El "milagro" del capitalismo actual consiste en que mientras la mayoría de los "privilegiados" occidentales van de sobresalto en sobresalto, también en sus saneadas pero inseguras economías, la minoría que dirige el cotarro va de fiesta en fiesta.

Cuando llegan las desgracias siempre llegan juntas: Ni siquiera los estudiantes salmantinos pueden tener su fiesta catártica de Nochevieja, ni siquiera el volcán de la Palma da una tregua al agotado pueblo canario, ni siquiera llega la paz política a las fiestas navideñas después de que los Presupuestos del 2022 han sido aprobados por mayoría y con el visto bueno de la Unión Europea. Ni siquiera las casas de los menos favorecidos podrán tener las luces dadas y la calefacción encendida en los fríos días de Navidad, libres de la angustia del siguiente recibo que exige ser pagado.

El viernes negro ha ennegrecido este final de inquieto noviembre y ha dejado a Europa con la boca abierta, cuando ya se estaban haciendo los preparativos de viajes, compras y fiestas de Navidad.

Parecería que alguien está provocando sumirnos a la mayoría en ese estado de ánimo en el que la única oración que nos sale es: "¡Virgencita?que me quede como estoy!".

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