OPINIóN
Actualizado 25/11/2021
Manuel Rodríguez García Marogar

Ya en 2007 publiqué en w.esfutbol.net, un artículo sobre el "doping" utilizado en nuestra niñez. Recuerdo algunos apuntes:

"era tal la intensidad y cantidad de partidos de fútbol que jugábamos de niños, ya en el barrio, ya en los fines de semana en los campeonatos oficiales, unas veces en la Parroquia, otras en el Colegio, que llegábamos a la conclusión, todos los chavales, que necesitábamos alguna ayuda. Lo que pasa es que, por entonces, todos coincidíamos en pensar tan solo en productos alimenticios o bebidas mágicas".

"Unos confiaban en las naranjas de “Washington” y en los plátanos de Canarias, incluso en los almendrucos de la "Finca “El Cañón”" allá en nuestro Tejares natal. Otros más “sentimentales” recurrían a los bocadillos de chorizo, aunque casi todos comían pan con chocolate o dulce de membrillo. Todo lo dulce parecía que ayudaba. Sabíamos que los dolores musculares y las agujetas se resolvían con agua azucarada y bicarbonato; y mucho más si le añadíamos una aspirina. Aunque todos recurríamos a beber gaseosa los más sofisticados fueron añadiéndole miel o polen que garantizaban una recuperación milagrosa, un rendimiento excepcional".

"Ya por entonces la Coca Cola se introducía en nuestras vidas pero la mayoría de nosotros lo resolvía con agua de regaliz, más barata, tan rica y del mismo color que la bebida americana... la abuela Marcelina tenía una fe infinita en la "Quina Santa Catalina" como el mejor reconstituyente si le añadíamos dos yemas de huevo, todo ello bien batido. Los amigos que jugaban en equipos federados nos informaban que sus entrenadores les daban café solo, con coñac, para superar los días de frío. Les exigían tomar aquellos carajillos y sin embargo les prohibían beber agua corriente".

"Luego, en una etapa más evolucionada, los jugadores de los equipos más pudientes bebían un buen vaso de agua con una pastilla de Farmacola, o de Diavitan con vitamina C; o con un sobre de Glucodulco… Todos ellos ya eran productos avanzados para la época. Ahora bien, lo que no tenía parangón era aquel producto de la canción del negrito creada en 1956: Yo soy aquel negrito del África tropical. Aquel cántico publicitario anunciaba que lo tomaban los ciclistas porque eran los amos de la pista y también los futbolistas para entrar goles. Este era nuestro producto mágico que tomábamos con leche caliente recién ordeñada, directamente desde el establo al cueceleches. Dos buenas cucharadas de aquel producto color chocolate que lo sacábamos de un bote cilíndrico de color amarillo, acompañado de un buen trozo de mojicón, nos aportaba energía inusitada. O eso nos creíamos".

"El Cola Cao había entrado en nuestra particular cultura del doping inocente: ¡¡Yo soy aquel negrito del África tropical!! Fue aquella una niñez feliz con pocas cosas materiales pero que las disfrutábamos a tope".

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