OPINIóN
Actualizado 23/11/2021
Francisco Delgado

Mientras salía la otra noche de la Sala de la Palabra camino de casa, pensaba que había sucedido lo que nos temíamos, el coordinador de la mesa y yo mismo: que en una hora no se puede resumir ni las líneas esenciales de una vida tan larga y llena de aventuras quijotescas como fue la de nuestro gran Cervantes.

La experiencia de ponente me sirvió para reflexionar que lo importante de cualquier vida que finaliza, o ha finalizado hace siglos, como la de nuestro héroe, es no tanto contar las encrucijadas, guerras y paces que atravesó durante las distintas etapas en la que los hados le empujaron, sino saber y conocer qué dejó de útil para la sociedad la persona que llega a su fin. En el caso de Miguel de Cervantes podríamos resumir su extensa dádiva a la Humanidad diciendo que dejó un bello y fiel espejo ( en forma de miles de páginas escritas en sus novelas, obras teatrales, poesías?) en el que el ser humano puede contemplarse a sí mismo y ver cómo se repite la atemporalidad de la condición humana, a lo largo de los siglos.

Aunque lejos o muy lejos de los genios, la mayoría de la población deja a la sociedad algo o mucho de utilidad para sus seres queridos y, a veces, también para su entorno: se percibe con claridad al día siguiente del fin de la existencia de la persona; lo que deja hecho o grabado en los demás, desde el primer al último día de vida. Pueden ser cosas materiales, una casa, una colección valiosa, unos ahorros, un recuerdo de una vida centrada en algo útil ( curar o cuidar a los enfermos, conducir un autobús, construir un puente, confeccionar prendas de vestir, enseñar materias escolares?) o en algo que deja en los demás una huella portadora de vida: la alegría de la existencia, el humor, la generosidad, la valentía ante las adversidades, la ecuanimidad, la ternura, la resistencia? Solo cae en el olvido aquello que el sujeto consigue para sí mismo; si algún aspecto de su vida no trasciende como positivo o útil para los demás, toda la vida de esa persona se la tragará el olvido.

Las dos fechas, la del inicio, el día del nacimiento, y la fecha del fallecimiento, construyen en cada persona un broche que cierra un recipiente metafórico de su vida: dentro del recipiente aparece el legado de cada vida: grande o pequeño, resplandeciente o humilde, sólido o invisible.

Estas fueron las reflexiones que desgrané la otra noche, fría, de luna llena, camino de casa, mientras cruzaba las solitarias calles desiertas salmantinas, un día en el que de nuevo nos habían informado de que el virus fantasmal volvía a crecer en toda Europa y en gran parte del planeta.

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