Que haya tenido que ser un autodenominado "Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación", un grupo que evita la identificación nominal de sus miembros y, por tanto, su persecución, quien haya desvelado los llamados 'Papeles de Pandora', dice mucho de cómo se trata en este mundo a quien dice la verdad. Los papeles de Pandora, en los que se demuestran las maniobras evasoras de impuestos de cientos de ricachones de todo el planeta (muchos españoles) para negarse a contribuir al desarrollo de sus propios países, es otro de los documentos que da noticia más que de la insolidaridad cuasi genética de los adinerados para con sus conciudadanos, de las bases en que se asienta un llamado ultraliberalismo, o capitalismo, o sociedad abierta, o mercado libre o como quieran llamar a los oscuros y tabernarios vericuetos amasadores con que intentan disfrazar la indigna desigualdad en que se sustenta el simulacro de democracia hoy de moda en el mundo, y en cuya defensa estos estafadores suelen llenarse la boca.
Desde reyes, jeques o jefes de estado en ejercicio hasta ministros, banqueros, políticos, figuras del deporte, artistas famosos o intelectuales de campanillas, los 'Papeles de Pandora' constituyen y reflejan una indignante relación de los nombres propios de la trapacería, una prueba irrefutable de la mezquindad y la despectiva altivez e insolidaridad de tantos que, viviendo de quienes les dan nombre y procuran dinero, arrimándose a las banderas, mercantilizando la admiración y elevándose sobre los gritos patrióticos, pretenden mirar por encima del hombro a quienes honestamente son capaces de sentirse parte de la comunidad que los abriga.
Después del trato que las "democracias" (permítanse las comillas sarcásticas) han dado a personajes de la talla de Edward Snowden, Hervé Falciani o Julian Assange, que fueron capaces de denunciar públicamente los ilegales manejos y actuaciones de vigilancia y control contra la privacidad y los derechos elementales de la ciudadanía de todo el mundo cometidos por los servicios de inteligencia y militares de cientos de países (Snowden); de hacer públicas relaciones de evasores fiscales, traficantes de drogas y armas, mafias de todo tipo y desviaciones fraudulentas de ingentes cantidades de dinero público a cuentas secretas en Suiza y otros paraísos fiscales (Falciani); o de desvelar cientos de miles de documentos que demuestran comportamientos ilegales, manejos fraudulentos, antidemocráticos o dictatoriales, ocultos por las administraciones públicas de todo el mundo y que descubren la hipocresía, ilegalidad, ocultamiento y mentira en las relaciones internacionales (Assange), no es de extrañar que los, ya escasos, periodistas de investigación, hayan tenido que renunciar a su propia firma y constituirse en ese "Fuenteovejuna" llamado "Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación" para poder hacer efectiva la denuncia contenida en los 'Papeles de Pandora'.
A la falsamente estruendosa reacción (pura fachada) que siguió a la publicación tanto de estos documentos como de otros que a lo largo de los últimos años han denunciado la misma bajeza moral de tanto personaje conocido (Lehman Brothers, Papeles de Panamá, Enron...), y que han sumido en la miseria a millones y millones de personas, le sigue un silencio cómplice de los medios de comunicación, una espesa cortina de olvido por parte de la política y, sobre todo, una indiferencia social que conserva entre cierta gente, cuando no acrecienta, la admiración popular por estos despreciables personajes.
En un país como España, donde todavía se admira la brutalidad y la incultura, donde tanto tienes tanto vales y donde se sigue rindiendo pleitesía a uno de los personajes más corruptos de nuestra historia, como es Juan Carlos de Borbón, ese efecto de olvido, re-popularización y hasta admiración por la trapacería insolidaria y el robo, es tan evidente como indignante. En un país en el que un maltratador, un ladrón, un mentiroso o un fascista reaccionario copan las portadas de los diarios, las revistas y las cabeceras de los informativos, no extraña que se conviertan en ídolos los maleantes, en modelos los soberbios y en papel mojado no solo los de Panamá, sino todos aquellos papeles, denuncias, señalamientos o investigaciones que puedan asociarse a categorías tan desprestigiadas por aquí como la Justicia, la Igualdad, la Democracia o la Verdad.