Una cumbre encierra ideas de gran altura, máximo nivel o importancia, perfección. En el campo de las relaciones significa una reunión de máximos dirigentes, representando a países u organismos internacionales, para tratar asuntos de especial importancia para la población. Y tratar los asuntos sí se suelen tratar, pero la mayoría de las veces los resultados de las cumbres son más bien pobres.
Es lo que ocurre con las cumbres del clima, conocidas como COP por sus siglas en inglés y que se refieren a la Conferencia de Partes, que es una reunión, normalmente anual, de los casi 200 países que forman parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. La Convención se adoptó en 1992 y establecía que los gases de efecto invernadero que emite el ser humano en su actividad cotidiana, están contribuyendo al cambio climático. Los firmantes se comprometían a la reducción de esos gases. Se vienen celebrando COP durante 25 años, la primera fue en Berlín en 1995, para abordar el cambio climático, pero las reducciones de CO2 conseguidas son cero. Luego las cumbres tienen mucho de teatro.
El pasado domingo 31 y hasta el 12 de diciembre, se celebra la COP26, la 26ª Cumbre del Clima de la ONU, el momento político más significativo para abordar la emergencia climática y de la biodiversidad. La Cumbre, que se está desarrollando en Glasgow, ha llegado con el ultimátum dado por la comunidad científica para frenar el calentamiento global. Es la última oportunidad para salvar el Planeta. Se acaba el tiempo. Ya no hay dudas, salvo para algún negacionista recalcitrante desconectado del mundo en el que vive.
Cumplir el Acuerdo de París, adoptado el 12 de diciembre de 2015, con entrada en vigor el 4 de noviembre de 2016, jurídicamente vinculante y cuyo objetivo es conseguir que el incremento de la temperatura se quede entre 1,5 y los 2 grados centígrados, respecto a los niveles preindustriales, ya no es una opción, es una necesidad vital para la humanidad.
Ese incremento limitado a entre 1,5 y 2 grados, es el colchón de seguridad que fija la ciencia para evitar un calentamiento de consecuencias apocalípticas. Lamentablemente, el Planeta es ya 1,1 grados más caliente que antes de la Revolución Industrial y de mantenerse los planes de recortes que han presentado las casi 200 naciones firmantes del Acuerdo de París, nos llevarían a un incremento de unos 2,7 grados. Un desastre.
Para poder alcanzar el objetivo de temperatura previsto y lograr un planeta con clima neutro para mediados de este siglo XXI, los países han de reducir de forma drástica y urgente las emisiones de gases de efecto invernadero. Ello exige un esfuerzo fehaciente de cada Estado y de cada ciudadano en particular. La Cumbre del Clima COP26, organizada como Conferencia por Naciones Unidas, debería lograr que todos nos unamos en esa lucha por salvar el Planeta.
Amén de otras consideraciones, el debate de la Cumbre debería centrarse y conseguir resultados en cuatro aspectos fundamentales: idear políticas climáticas más contundentes y efectivas, dibujar la hoja de ruta y poner fecha para el fin de los combustibles fósiles, reducir la emisión de gases de efecto invernadero a cero para el año 2030, teniendo en cuenta los Objetivos de Desarrollo del Milenio y, especialmente, en su número 13 de Acción por el Clima; y evitar que el aumento de las temperaturas supere 1,5 grados de media.
Mitigar las emisiones de CO2 es el foco central de estas cumbres. Pero el otro factor de discusión es la financiación climática. Que los países desarrollados y más contaminantes paguen a las naciones más vulnerables para que puedan atender los compromisos del calentamiento global. El compromiso era llegar a los 100.000 millones de dólares (86.000 millones de euros) de financiación climática en 2020. Pero un reciente informe liderado por Alemania y Canadá reconoce que no se alcanzará esa meta hasta 2023. Además, se deberían establecer medidas concretas para proteger de los efectos del cambio climático a las comunidades, a los hábitats naturales y a los desplazados climáticos que ya son más de 30 millones.
¿Será posible? Muy difícil, cuando líderes relevantes, como Xi Jinping y Vladimir Putin, representantes de China y Rusia, dos de los cuatro países que, en términos absolutos más contaminan (junto con Estados Unidos y la India), han dado plantón a la Cumbre negándose así a sentarse a la mesa para buscar soluciones. Aunque fuera de la Cumbre se han comprometido a lograr la neutralidad de emisiones para el 2060, China y Rusia están convencidos de que no les interesa avanzar en la lucha contra el cambio climático y, sin embargo, su implicación seria y constante es necesaria para lograr avances significativos.
Tras la espantada de Trump, Estados Unidos vuelve a ser un actor fundamental en la lucha contra el cambio climático. Joe Biden ha presentado su plan en la Cumbre para cumplir con el objetivo en el 2050, a pesar de que su gran plan del clima continúa atascado en los despachos del Capitolio.
La Unión Europea, por su parte, quiere posicionarse en la Cumbre como una potencia climática y liderar el mensaje de que hay que cumplir con los compromisos alcanzados. Pasar de las palabras y de las firmas a los hechos. Ya antes de la COP25 de 2019, el Parlamento Europeo adoptó una resolución en la que declara una «emergencia climática y medioambiental» en Europa y a nivel global.
España parece bien posicionada en materia climática. El presidente de la COP26, Alok Sharma, señaló hace meses que la Ley de Cambio Climático y Transición Energética aprobada por el Gobierno muestra su liderazgo y lo calificó como un «momento histórico». El objetivo de España es precisamente el de reforzar ese lugar en el grupo de cabeza. Acude a esta Cumbre con los deberes económicos cubiertos en lo que a esfuerzo inversor se refiere, con 13.570 millones de inversión verde, contemplados en los Presupuestos Generales del Estado para 2022.
La Cumbre se encuentra con tres escollos: los pulsos políticos en la lucha por los protagonismos, el peligro de que, como es habitual, se caiga en generalidades; y el que cualquier acuerdo que se alcance sin el visto bueno de Rusia y China nacerá cojo.
¿Servirá de algo esta Cumbre? Esperemos que sí. Que se empiecen a ver hechos y realidades concretas. Las metas son tan grandes que solo se podrán alcanzar con la colaboración de gobiernos, empresas y ciudadanos. Entre todos debemos salvar el Planeta para salvarnos a nosotros mismos.
Escuchemos la Canción de CAMBIO CLIMÁTICO de los niños a los adultos.
Aguadero@acta.es