No hace mucho, en esta misma página, felicitaba a los Jesuitas porque habían afrontado el problema de los abusos sexuales a menores en su institución. Hoy lo hago con la Iglesia Francesa. Los buenos ejemplos merecen ser reconocidos.
La Conferencia Episcopal Francesa había encargado a una Comisión Independiente, de prestigio científico y social, la investigación de este problema, facilitándole la documentación de la que disponía, dándole libertad en la elaboración del documento. Los comisionados recurrieron a diferentes fuentes y acaban de publicar el informe.
Hace unos días presentaban los resultados: desde 1950 al 2020, entre 2.900 y 3.200 clérigos habían estado involucrados en abusos sexuales.
Los datos de los abusos sexuales son estremecedores casi siempre que son investigados en el clero, entre los entrenadores deportivos, asociaciones infantiles y tantas instituciones que, en teoría, debían protegerlos. También en la sociedad, en general, son alarmantes.
Felicito a la Iglesia francesa por reconocerlo y afrontarlo.
La reacción del Papa ha sido reconocer el valor del documento, las dimensiones del problema y la "vergüenza" que sentía, entre otros comentarios muy atinados.
¿Por qué la Iglesia Católica Española no ha afrontado bien este problema?
El número de internados, seminarios y colegios de las diferentes órdenes que llegaron a regentar durante el franquismo fue muy grande, por señalar solo uno de los factores de riesgo.
Durante ese periodo y hasta casi nuestros días, en la democracia, los abusos en España han sido silenciados en la mayoría de los casos, tanto si los cometían los sacerdotes diocesanos o los pertenecientes a las órdenes religiosas. No ha sido un problema generalizado, pero sí escandaloso por la moral sexual que ha defendido la iglesia y el perdón que concedían a estos pecadores supuestamente o realmente arrepentidos.
Y no basta con decir, con razón, que ha sido y es un problema social, no solo del clero.
La mayor parte del clero no ha cometido abusos sexuales (y las monjas no han estado casi nunca involucradas); pero las instituciones no han sabido o no han querido afrontarlos.
Ninguna institución, ni siquiera la propia familia, puede erradicar este problema, pero sí hacer lo posible afrontándolo ¿Cómo? Haciendo: