Desde la localidad se anima a cualquier persona que lo desee a acercarse a ver cómo los mozos corren con Los Ramos prendidos
La localidad de Barquilla, dependiente administrativamente de Villar de la Yegua, tendrá en la tarde del próximo domingo 31 una cita con su pasado, volviendo a revivir la tradición de Los Ramos, que se recuperó en el año 2018 con la intención de que no se llegue a perder del todo. Esta tradición tiene como eje que los mozos corren con varios Ramos prendidos -que han preparado previamente- desde El Calvario hasta el núcleo del pueblo. Desde Barquilla se anima a cualquier persona que lo desee a acercarse a la localidad en la tarde del domingo (a las 20.00 horas) y presenciar la singular celebración. A continuación reproducimos íntegramente un texto escrito hace unos años por Julio García Fernández donde se explica con más detalle en qué consiste esta tradición:
Por tiempo de montanera, cuando los jóvenes que aún no habían hecho el servicio miliar estaban pastoreando el ganado, en los ratos de tranquilidad se reunían con otros compañeros y preparaban los ramos días antes de la fiesta de Todos los Santos.
Primero buscaban un 'vástago' de encina de una longitud de unos cuatro metros, lo más recto posible y de un grosor que no le causara mucho peso y fuera manejable para el cometido a que iba a ser destinado.
Con esta búsqueda empezaba la rivalidad de los jóvenes, que seguía hasta hacer el mejor 'ramo'.
El palo se revestía de escobas, ni muy secas ni verdes, ese término medio que conoce bien quien anda en el campo, como si fuera una espiga en casi toda la longitud del palo, menos un par de palmos en la parte más gruesa. Las escobas se sujetaban con zinchos de cáscara de 'torcisco', distanciadas entre ellas treinta o cuarenta centímetros. Había que dejar las púas para que las escobas se sujetaran al palo y no se cayeran, antes de ir soltándolas. La búsqueda del palo se hacía con días de antelación, no así la confección del ramo que se hacía el mismo día de Todos los Santos. Lo hacían en grupos de tres o cuatro mozos.
Al atardecer llevaban el 'Ramo' al Calvario que se ve desde el pueblo, donde colocaban los ramos. Había uno que era el mejor. Ese ramo se colocaba en una peana de piedra que hay en el Calvario y los vecinos lo contemplaban admirados. De ahí viene la expresión poner el ramo.
Cuando caía la noche comenzaba una procesión de ramos. Cada mozo cargaba con su ramo al hombro y estaba acompañado de un ayudante que era el que lo prendía por detrás. Una vez prendido, los mozos corrían hacia el pueblo. En los tiempos en que esta fiesta se celebraba eran al menos ocho ramos los que venían desde El Calvario al pueblo.
En la elaboración del ramo había que tener precaución a la hora de elegir las escobas. Tenían que estar en su punto para que ardieran bien, pero no muy rápido ni que se apagara para que el ramo llegara ardiendo a la Plaza del pueblo. El ayudante tenía como función ir cortando las correas de las escobas para que ardieran mejor.
Los vecinos reunidos en la Plaza esperaban la llegada de los 'Ramos'. Al llegar los mozos tiraban los ramos formando una gran hoguera que los mozos saltaban con el palo, ya sin las ramas. Apagada la hoguera la fiesta acababa.