OPINIóN
Actualizado 24/10/2021
José Luis Puerto

El amor es uno de los universales humanos que atraviesa tiempos, culturas, civilizaciones, seres? Y que nos afecta a todos. Es, por ello, uno de los conceptos más rodeado de tópicos y ?por qué no decirlo? hasta de cursilerías.

Parecería que, en un mundo marcado por los odios, la violencia, las confrontaciones y todo tipo de rivalidades, el amor no tendría cabida alguna en nuestro mundo. Pero, ay, si desapareciera, se perdería la más poderosa palanca que impulsa al ser humano en su existir como especie sobre la tierra.

De ahí que, pese a todo, no nos resistamos a escribir, en este tiempo, unas líneas sobre el amor. Hay una hermosa literatura en torno a él, con la cual se podrían formar volúmenes. ¿No espigaremos, tirando del hilo de la memoria, algunas de tales referencias?

Antonio Machado lo incluye entre lo que él llama los universales del sentimiento. La más conmovedora definición (si es que puede definirse) sobre el amor que conocemos se encuentra en un poema de Jorge Luis Borges, titulado "Otro poema de los dones", que forma parte de su obra 'El otro, el mismo' (1964), donde el poeta da gracias "al divino / laberinto de los efectos y de las causas" (podríamos decir: a Dios) "Por el amor que nos deja ver a los otros / como los ve la divinidad". ¿Alguien da más? ¿Alguien puede ir más lejos?

Pero ¿cómo olvidar a San Pablo y su bellísimo texto, en la primera carta a los corintios, sobre el amor? Nos resulta sobrecogedor cada vez que lo leemos: "Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada." De nuevo, ¿quién da más?, ¿quién llega más lejos?

Los seres humanos, sin la perspectiva del amor, no somos nada. Por ello, el escritor francés de culto Christian Bobin nos dice en 'Autorretrato con radiador': "No me gustan los que saben, me gustan los que aman."

Pero aquí habría que introducir la matización que Ángel González realizara en su hermoso poema de 'Áspero mundo' (1956): "Todos ustedes parecen felices? / ?y sonríen, a veces, cuando hablan. / Y se dicen, incluso, / palabras / de amor. Pero / se aman / de dos en dos / para / odiar de mil / en mil."? Porque el poeta, en definitiva, se pregunta: ¿es posible el amor particular en un mundo en que domina el odio universal?

El mayor lírico portugués contemporáneo, Fernando Pessoa, lleva el asunto por otros derroteros. En un melancólico poema, nos dice: "Todas las cartas de amor son / ridículas. / No serían cartas de amor si no fuesen / ridículas." Y concluye: "Mas, al final, / Solo las criaturas que nunca escribieron / cartas de amor / son las que son / ridículas."

Detengámonos ya. Dejemos de espigar en unos textos y en otros. Nunca terminaríamos de dar con emociones y conmociones humanas verbalizadas en torno del amor, un sentimiento tan generalizado, tan perteneciente a todos, que, como dijera Giacomo Leopardi, mueve todas las esferas del universo.

Ay, si abrazáramos las perspectivas del amor? Cómo cambiaría el mundo.

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