OPINIóN
Actualizado 23/10/2021
Francisco Aguadero

El 10 de enero de 2011 ETA (Euskadi Ta Askatasuna) declaró un alto el fuego permanente, general y verificable. El Gobierno lo rechazó, le exigió que renunciara a la violencia de forma permanente y que pusiera fin definitivo e irreversible a sus actividades. El 20 de octubre del mismo año, ETA anunciaba el "cese definitivo" de su actividad armada.

Atrás quedaba el temor a ser perseguido por ETA, por cualquier cosa. Por ser empresario, comerciante, funcionario, policía o guardia civil, obrero o artista; por hacer algo en lo que creías que estabas haciéndolo bien, por algún comentario desafortunado, o, simplemente, por no hacer nada. Ese fue el sentimiento habitual, durante cinco décadas (1961-2011), de los españoles que residían en el País Vasco.

El temor se convertía en pesadilla, cuando se recibía una llamada o una carta de la banda, con todos los datos de las personas que querías o te importaban. A partir de ahí, comenzaban a amenazarte. Si no se colaboraba con ellos serías perseguido, extorsionado y secuestrado, cuando no asesinado. Una vez que se recibía la amenaza, el corazón latía cada vez más rápido, el temblor se apoderaba de la víctima y el cuerpo sentía el frío de la muerte. Con un nudo en la garganta y el estómago encogido, llegaba el momento de tomar una decisión rápida, porque el cronómetro empezaba a correr en tu contra. O claudicabas plegándote a sus exigencias o eras reo de muerte, salvo que lograras escapar a otro territorio más seguro.

Lo dicho hasta aquí bien podría ser el relato de miles de víctimas. Todo un reguero de miedo y terror que la banda terrorista ETA generó. Yo mismo, el autor de estas letras, me considero una de esas víctimas, aunque de rango menor, pero asaltado en mi intimidad e identidad. La estrategia terrorista de socializar el sufrimiento convirtió en una pesadilla la vida de muchos ciudadanos. Pensando en el mal ¿dónde está el punto de lo insoportable? No es una cuestión de escala ni de grados. El filósofo Friedrich Nietzsche decía que "Si matas a una cucaracha eres un héroe. Si matas a una mariposa eres malo. La moral tiene criterios estéticos", cabe añadir, y, ?si matas a un ser humano, ¿cómo afecta a la moral?

El pasado miércoles, 20 de octubre de 2021, se cumplieron 10 años de aquella declaración del cese definitivo de la actividad armada por parte de ETA. Es un décimo aniversario a celebrar, sin perjuicio de todas las consideraciones y opiniones que tal efeméride suscite. El cese de la violencia, cualquiera que sea, siempre ha de ser bienvenido y motivo de alegría para toda persona decente y de buena voluntad.

Todo aniversario es propicio para traer a colación elementos del pasado y, a veces, debido al afán de protagonismo, aparecen declaraciones que vienen a empañar la celebración, como las hechas a principio de semana por Arnaldo Otegi, líder de EH Bildu, organización dentro de la cual cohabitan personas con reminiscencias de aquella época. ETA ya reconoció el daño causado y pidió perdón a las víctimas el 20 de abril de 2018 por medio de un comunicado: "La organización terrorista ETA ha hecho público hoy un comunicado en el que reconoce 'el daño causado', admite su 'responsabilidad directa' en el 'sufrimiento desmedido' (?) y afirma que 'lo siente de veras' por las víctimas, a las que expresa su 'respeto'. La banda (?) expresa su pesar por el dolor provocado a todos los afectados por sus acciones y pide 'perdón' expresamente a las víctimas que no estaban relacionadas 'directamente' con el 'conflicto' (Gorka Estrada/ EFE)" Lo que hace falta ahora son hechos que pongan de manifiesto el arrepentimiento y que la ciudadanía disfrute de la libertad.

Abordar el tema de ETA es una cuestión compleja. Es ya una cuestión histórica, porque pertenece al pasado. ETA dejó de existir el 3 de mayo del 2018, cuando en un comunicado oficial anunció el fin de su trayectoria y el desmantelamiento de todas sus estructuras. No es bueno hablar de ella constantemente, como si fuera una realidad presente y utilizarla como instrumento político para intereses partidistas o para sacar rédito político. A ETA la venció la democracia y este es un valor a tener en cuenta y resaltar.

Su estrategia de terror es para pedir perdón por las atrocidades y los desmanes cometidos, manteniendo durante mucho tiempo el terrorismo y socializando el dolor como único camino a seguir. Así como reconocer y asumir la responsabilidad de no haber aceptado en su día la vía democrática, para llevar a cabo sus aspiraciones políticas y sociales, como hicieron otros muchos grupos.

ETA era un anacronismo en el siglo XXI. Nació contra el franquismo, pero se ejercitó contra las libertades. Porque la mayoría de sus víctimas las causó cuando los españoles ya estaban disfrutando la democracia. La reacción social contra ETA comenzó en julio de 1997. El secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco fue la espoleta. La sociedad se organizó en defensa de las víctimas y con el principio del siglo llegó el ¡Basta Ya!

Al final se impuso el estado de derecho frente al terror y las armas. Después de 10 años de paz, ahí queda la huella de la barbarie y el dolor con: 3.500 atentados, 854 muertos, 2.600 heridos, 206 terroristas presos y 26 huidos, 310 atentados por aclarar y más de 7.000 víctimas. Queda la construcción de un relato fidedigno para las generaciones venideras sobre la base de que ganó la democracia y perdió ETA, rendida sin condiciones. Queda pendiente su deslegitimación por una parte de la sociedad. Queda por consolar a las víctimas y ayudarles a paliar su dolor. Queda la convivencia en paz. Y queda, también, un País Vasco que mira al futuro en libertad, pero que no debe olvidar el terrorismo pasado, porque es el mejor antídoto para que no se vuelva a repetir, nunca más.

Les dejo con La Oreja de Van Gogh - Sirenas

Aguadero@acta.es

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