Las últimas actuaciones llevadas a cabo han permitido el acondicionamiento y puesta en valor de este enclave patrimonial de la villa ledesmina
Es uno de los destinos a descubrir de la provincia de Salamanca si todavía no se ha tenido oportunidad de hacerlo. Y entre sus enclaves, hay uno que destaca. Es el Castillo de Ledesma, denominado Fortaleza y declarado Bien de Interés Cultural desde 1949. Uno de los principales legados patrimoniales que custodia la villa dentro de su casco histórico, y cuyos orígenes se remontan a tiempos de Fernando II de León, en el siglo XII, si bien adquiere la forma definitiva con el primer Conde de Ledesma, Don Beltrán de la Cueva, en el siglo XV, noble que otorga escudo a la villa.
Las últimas actuaciones llevadas a cabo -y que han finalizado en estos últimos meses- han permitido el acondicionamiento y puesta en valor de la fortaleza mediante la restauración y consolidación del monumento ya que se acometió el saneado perimetral del pavimento del patio de armas, la impermeabilización de la cubierta y la limpieza de las estancias de la Torre Norte, la nivelación del suelo de los adarves y la limpieza de los lienzos.
Asimismo, respecto a la instalación eléctrica, se actuó en todo el complejo, dotando al mismo de luminarias que permitan la utilización y disfrute de los adarves, recorridos, torres y accesos a los mismos. También se han realizado tareas de sustitución de la barandilla de las escaleras y adarves.
Ledesma además conserva gran parte de la muralla de piedra granítica que históricamente ha rodeado la villa en su totalidad. La mayor parte de la que hoy permanece se levantó en tiempos de Fernando II de León, en el siglo XII, aunque fue en el XV cuando se renovaron varios lienzos con sillería bien labrada. De las ocho puertas que tuvo, la única que se conserva en la actualidad es la denominada de los Mártires, San Nicolás o Caldereros.