El patrimonio cultural de un pueblo comprende las obras de sus artistas, arquitectos músicos, escritores y sabios, así como las creaciones anónimas, surgidas del alma popular, y el conjunto de valores que dan sentido a la vida, es decir, obras materiales
El patrimonio cultural, el arte que forma parte de lo que somos y nuestro modo de construir la sociedad, es una seña de nuestra identidad que nos enriquece y forma parte de nuestro existir. El pasado y las generaciones que nos han precedido habitan nuestra cultura y nos han legado un gran número de bienes culturales, que más allá de criterios historicistas, esteticistas o monumentales, podemos reconocer unas señas de identidad de nuestra experiencia vital, de nuestra ciudad, que intentamos estudiar, proteger y conservar.
Si se ha podido conservar el Toro de Osborne creado en 1957 con fines publicitarios por Manuel Prieto, como no conservar el hermoso y expresivo "Via crucis" que Genaro de No plasmó sobre los muros de la capilla del Hospital Clínico en 1975. Las instituciones salmantinas actuales han sido siempre sensibles a la cultura y a la difusión de sus tesoros artísticos, en estos momentos no pueden hacer dejadez o relegar su conservación por otros intereses. Se puede hacer una historia de Salamanca desde la cantidad de obras de arte destruidas y desaparecidas, no solo por la Guerra de la Independencia o por las desamortizaciones del siglo XIX, sino por la omisión de las instituciones mirando para otro lado y relegando de sus funciones.
Genaro de No Soler (1923 ? 1992), fue uno de los pintores más singulares de la ciudad de Salamanca en la década de los 50 y 60 junto a Manuel Gracia González, Zacarías González, Isabel Villar, González Ubierna, Andrés Abraido, Venancio Blanco, Mariano Álvarez Manzano, José Manuel González Ubieta, María Cecilia Martín Iglesias, Fernando Román, Francisco Rodríguez Martín, María del Carmen Navarro o Jacinto Orejudo, entre otros muchos. Hijo del arquitecto salmantino Genaro de No Hernández (1893-1978), el pintor comienza su carrera artística como arquitecto, pero desde temprana edad sintió una inclinación por el dibujo acudiendo a las clases de Soriano Montagut, el destacado imaginero. En 1963 dejará la arquitectura para dedicarse a la pintura, como cuenta Ignacio Francia en su obituario del periódico El País en el año 1992. Logrará en 1963 la medalla de pintura del Salón de Otoño de Madrid, que será un trampolín para poder exponer en las salas de varias ciudades españolas, además de hacerlo también en Costa Rica.
Su libertad y sinceridad pictórica, la importancia del dibujo, el colorido de su obra, además de su fuerza expresiva, se despliegan en numerosos murales, siendo uno de los más destacados muralistas de la segunda mitad del siglo XX. Su obra enlaza con la tradición románica y la geometrización de principios de siglo que dio origen al cubismo. Es necesario citar sus magníficos murales del presbiterio de San Cipriano (Francos), del Colegio del Pilar (Vitigudino), del altar de los Evangelistas (La Orbada), de las iglesias de Castillejo de Martín Viejo, Amatos y Nuevo Narros, y en Salamanca capital los del altar de la Iglesia Nueva del Arrabal, la Diputación Provincial, la antigua Escuela de Comercio, además de la citada capilla del Hospital Clínico Universitario (Eduardo Azofra y Chema Sánchez).
Si nadie lo remedia, una vez construido el nuevo hospital, se quiere demoler el Hospital Clínico siguiendo la estela de otros edificios singulares como el Teatro Bretón o el Gran Hotel, y con él, una de las mejores obras de Genaro de No. Comenta Tomás Gil (Director diocesano de Patrimonio Artístico), que este mural fue un encargo muy bien acogido por el pintor, en él quería desplegar toda su libertad e imaginación creativa, siendo una de sus obras cumbre. Muy diferente del Vía Crucis que realiza para la capilla del Cristo de los Milagros en Sancti Spiritus, que estuvo muy condicionado por las directrices que le marcaron los cofrades.
El pintor despliega en el Vía Crucis del Hospital Clínico, las técnicas más modernas en la pintura sobre la pared, así como un gran dominio espacial, un fuerte expresionismo de las figuras y un lenguaje narrativo a favor de los simbólico y lo emotivo. En este lugar de oración, espera y esperanza, la cruz llena toda una pared, solo interrumpida por la puerta de entrada. En ella, el camino de la oscuridad hacia la muerte, se llena de los sufrimientos y esperanzas de todos aquellos clavados por la enfermedad, el dolor y el sufrimiento de toda la humanidad. La sombra de la enfermedad y el dolor, está atravesada por la vida y la confianza de la Pascua, luz que transforma la oscuridad del sepulcro y de la cruz.
A nadie deja indiferente esta preciosa pintura, desde la sencillez nos envuelve su fuerza dramática, cada personaje o pincelada empujan la oración y el recogimiento personal. Con el simbolismo de la muerte, el dolor y el sufrimiento, el pintor quiere expresar la vida y la esperanza, añadiendo una nueva estación, la Pascua y la resurrección. Su Vía Crucis reflejan muy bien aquellos versos de César Vallejo, "Completamente. Además; vida! / Completamente. Además; muerte! / Completamente. Además; Dios! Completamente. Además; nadie! / Completamente. Además; nunca! / Completamente. Además; siempre!"
Una preciosa obra de arte, patrimonio de todos los salmantinos. En este caso este precioso mural de Genaro de No, no solo es una obra bella, también es el testimonio de una sociedad y una cultura, en este caso la salmantina desde los años 70. De un edificio, que hasta hace poco parecía moderno y se ha quedado anticuado, pero lleno de vida y testimonio. Allí muchos hemos vivido la esperanza de un nuevo nacimiento, la enfermedad de un familiar o la muerte de los padres. Allí hemos orado en momentos de oscuridad y también de felicidad. Una ciudad como la nuestra Patrimonio de la Humanidad debe conservar y gestionar su patrimonio, no perder nada en el camino. La Comisión de Patrimonio ha recomendado trasladar íntegramente la obra a otro lugar, pero se debería hacer con la suficiente anticipación, aplazando la posible demolición hasta proteger las pinturas murales y trasladarlas a una nueva capilla o al lugar que se estime oportuno.