OPINIóN
Actualizado 08/10/2021
Álvaro Maguiño

El otro día leí para Lengua un texto sobre el control que ejercen las tecnologías sobre las personas y me hizo pensar en aquel aparatejo que descansaba en completa quietud al lado de mi mano. Estoy hablando de mi móvil, claro. Un dispositivo que llevo a todas partes, que hace de amarga compañía en ocasiones y de tranquilo escape en otras. No siempre suelo entenderlo, porque soy joven, pero no mucho. Y es que he de admitir que aquel texto no mentía en su mayor parte. El ser humano es de débil voluntad y ésta tiende a torcerse en cuanto se dan las condiciones ideales. Somos tan moldeables como la plastilina y cabríamos sin mucha dificultad en esa insidiosa pantalla de cristal que, tan pronto es un espejo, como hace de breve y estúpida epístola. Admito que estoy enganchado viendo lo perjudicial que puede ser, pero si nadamos hasta el fondo de este pozo, nada es tan malo como parece.

Evidentemente, si las redes sociales se emplean mal, las consecuencias pueden ser fatales. Pero eso no quita todos los buenos aspectos que pueden aportar. Yo ahora solo me quiero centrar en un uno: la divulgación cultural en redes sociales. Algo que a veces pasa desapercibido o que puede ser tremendamente aburrido es capaz de convertirse en la mejor manera de llegar a las casas de cada persona. Abres cualquier aplicación y ahí esta justamente un dato que creías no necesitar y que de repente grabas a fuego en tu memoria. Es una muy buena manera de acercar y hacer más agradable al público esa parte que nos queda pendiente, que olvidamos por la velocidad a la que gira el mundo o que nunca nos había llamado la atención. Existen cuentas de divulgación de cualquier disciplina, muchas de ellas combinan los datos con memes y hace aún más ameno el aprendizaje. Imagíneselo como una pequeña onza de chocolate que comes cada día. Algo así es la divulgación cultural en redes sociales: una pequeña porción de un gran tema que saboreas con el gusto de tomar más. Por supuesto, este tipo de enseñanza nunca podrá sustituir a la educación y se me hace desagradable incluso que alguien pueda pensarlo (que haberlos, los hay), pero es indudable la inconmensurable labor que pueden hacer con la finalidad de construir una sociedad del conocimiento. Claro está, debe ser una buena divulgación, con sus buenos autores, fuentes documentadas fiables y una adecuada comunicación. Esos son los ingredientes indispensables para hacer de coger el móvil un descubrimiento sin igual. ¿Qué puede tener de malo? Pues que a veces esas redes sociales se caen, como ha pasado mientras escribo esto.

Porque un lunes a las siete de la mañana es menos lunes si te despiertas con una calle pintada por Pisarro, un poema de Alejandra Pizarnik o el nombre de aquella planta de tu vecina que no sabes reconocer y que justo aparece en tu timeline.

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