OPINIóN
Actualizado 05/10/2021
Isaura Díaz Figueiredo

En el intento participaron 12.000 hombres y su líder Jesús Monzón, que tenía como objetivo implantar la Tercera República. Tras su fracaso, tanto la dictadura como los comunistas españoles lo ocultaron. Casi ningún historiador lo ha recogido hasta hace poco y poca gente lo conoce.

El episodio de 1944 que les relato a continuación, me hizo saber por qué mi padre estuvo reclutado desde 1939 final de la incivil guerra, hasta 1944. Es tan desconocido que ni siquiera fue recogido por los historiadores hasta hace relativamente pocos años. Tampoco se dio una versión oficial de lo ocurrido ni por parte de sus protagonistas, miembros del Partido Comunista de España (PCE), ni por parte del Gobierno presidido por el General Franco. En 2010, Almudena Grandes aseguraba que «era conveniente para todos que este intento de invasión del norte de España durante la Segunda Guerra Mundial no se conociera, porque fue una humillación y un susto de muerte para el régimen». Pero tampoco quisieron los comunistas elogiar a su promotor, Jesús Monzón, por ponerla en marcha desobedeciendo las órdenes de sus jefes.

La escritora madrileña se refirió a este hecho en la presentación de 'Inés y la alegría' la novela trata:

Toulouse, verano de 1939. Carmen de Pedro, responsable en Francia de los diezmados comunistas españoles, se cruza con Jesús Monzón, un cargo menor del partido que, sin ella intuirlo, alberga un ambicioso plan. Unos años después, en 1944, Monzón, convertido en su pareja, ha organizado el grupo más disciplinado de la Resistencia contra la ocupación alemana, prepara la plataforma de la Unión Nacional Española y cuenta con un ejército de hombres dispuestos a invadir España. Entre ellos está Galán, que ha combatido en la Agrupación de Guerrilleros Españoles y que cree, como muchos otros en el otoño de 1944, que tras el desembarco aliado y la retirada de los alemanes, es posible establecer un gobierno republicano en Viella. No muy lejos de allí, Inés vive recluida y vigilada en casa de su hermano, delegado provincial de Falange en Lérida. Ha sufrido todas las calamidades desde que, sola en Madrid, apoyó la causa republicana durante la guerra, pero ahora, cuando oye a escondidas el anuncio de la operación Reconquista de España en Radio Pirenaica, Inés se arma de valor, y de secreta alegría, para dejar atrás los peores años de su vida.

La realidad: un ataque a la dictadura desde

el valle de Arán, protagonizado por el Ejército de la Unión Nacional Española (UNE). Según la Policía francesa de la época, se trataba de una «organización terrorista española formada por elementos del antiguo ejército republicano, comunistas, anarquistas y socialistas que tenía como objetivo unir a sus compatriotas en el deseo de restaurar la República». Había sido creada en secreto, en 1941, por Monzón y el general Joan Blázquez, y en ella participó también Santiago Carrillo.

Su primer objetivo siempre fue combatir a los nazis en Francia, pero con el pensamiento puesto siempre en derrocar a la dictadura recién instaurada en España. De hecho, si exceptuamos el papel decisivo que jugaron en la liberación de 36 departamentos de Francia, su acción más espectacular fue, sin duda, la invasión del valle de Arán con un pequeño ejército de 12.000 hombres. Algunos historiadores, como Eva María Flores Ruiz y Fernando Durán López hablan de 4.000 en su libro 'Guerras de soledad, soldados de infamia' Aunque la cifra exacta siempre ha sido un misterio, como todo lo que ha rodeado a esta operación.

Cruzaron los Pirineos el 3 de octubre de 1944 para hacerse con el control de algunas poblaciones del valle. La operación se bautizó como 'Reconquista de España'. El plan recibió un aluvión de críticas dentro del propio Partido Comunista, pues un amplio sector creía que aquella espectacular conquista era, en realidad, un disparate. La invasión debía ser lenta, como un goteo que se prolongara en el tiempo y partiera de diferentes provincias a la vez para incidir sobre medios de comunicación y los centros de producción.

Las críticas no fueron aceptadas por Monzón y sus colaboradores, que prepararon las armas con la esperanza de que aquel golpe de efecto afectara profundamente a la moral de los franquistas en cuanto les vieran aparecer por la frontera. Estaban convencidos de que, tras el primer ataque, los aliados considerarían a España como parte de la guerra europea e irían en su ayuda. En realidad era el mismo argumento esgrimido por Negrín para alargar la Guerra Civil, que los franceses llegarían tarde o temprano en su auxilio y debían aguantar las embestidas de Franco, pero aquello nunca ocurrió.

El primer movimiento lo protagonizó una brigada de 250 hombres al penetrar por Roncesvalles y enfrentarse con la Policía armada franquista en el municipio navarro de Portillo de Lazar. Murieron dos agentes y un guardia civil. Otra brigada con el mismo número de efectivos intentaron invadir el valle del Roncal, pero fracasaron. La mayoría de ellos huyeron o fueron abatidos. La UNE decidió emprender un segundo ataque a mediados de octubre con tres grupos más que cruzaron las vascongadas por un campo cercano a Hendaya, 21 rebeldes murieron y decenas más fueron heridos. Esa fue la tónica en las siguientes semanas, donde a cada incursión que realizaban la mayoría de los comunistas invasores? acababan huyendo.

La incursión principal fue la del valle de Arán, en la que participaron 12 brigadas comandadas por el coronel Vicente López Tovar. Su objetivo era tomar el puerto de La Bonaigua para evitar la llegada de los refuerzos franquistas, conquistar después Viella para establecer la capital de la Tercera República y crear una vía de comunicación segura con Francia por donde pudieran entrar los aliados. El plan tuvo cierto éxito al principio porque penetraron rápidamente y un buen número de guardias civiles huyeron. También ocuparon muchas aldeas de pocos habitantes y sin mucho valor.

Pero entonces, el 23 de octubre de 1944, apareció en escena el general Moscardó en Viella con miles de hombres. El número de republicanos era menor y su armamento mucho más pobre. Por supuesto, tampoco aparecieron los aliados ni se produjo ningún levantamiento popular en apoyo de la lucha antifascista. Debió ser un golpe de moral muy duro para los invasores saber que estaban solos, sobre todo cuando Francisco Franco envió por sorpresa a otros 50.000 soldados, policías y guardias civiles contra el movimiento insurgente. Los comunistas sufrieron más de 5.000 bajas. Unos pocos consiguieron huir y el resto se unió a los maquis.

Carrillo recoge este último enfrentamiento en sus memorias: «A la salida del túnel de Viella estaba esperándonos el general Moscardó con varias decenas de miles de soldados, tanques y artillería. En conjunto, una fuerza contra la que no teníamos ninguna posibilidad. Permanecer en el valle no habría tenido ningún sentido. Nos iban a desalojar fácilmente. Avanzar por el túnel de Viella, como pensaban algunos, era meterse de cabeza en una trampa».

El general Moscardó: Se ha capturado a un importante número de prisioneros cuya cifra exacta no puede determinarse aún. El valle de Arán ha quedado completamente limpio de maquis sobre este intento de invasión que, por el contrario, sirvió para cohesionar al régimen franquista, tras un momento inicial en el que el descontento se estaba extendiendo en el ejército y entre los monárquicos y los falangistas más puros.

Otro capítulo de nuestra historia que ve la luz.

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