Mi vista no encuentra su aposento
mirando el horizonte, bello, atento,
riéndose de mí con vano afán
al ver el desaliento de mi cuerpo.
Los días desmoronados, torpe aliento,
se suceden en líneas sinuosas
sin dejar un resquicio para cosas
que del alma puedan ser el alimento.
La ternura huida, sin sustento,
el perfume escapado de las rosas,
la savia recorrida y amorosa,
o el sutil abandono del momento.
Y en la lucha, la bocanada aumento
de fuerza, de pasión hacia la prosa
que en el fragor de la vida sale airosa.
La poesía siempre alivia el sufrimiento.