OPINIóN
Actualizado 20/09/2021
María Jesús Sánchez Oliva

La Feria del Libro de Madrid se realiza este año teniendo como país invitado de honor a Colombia. La decisión no parece muy acertada. Por mucho que el embajador colombiano la haya rociado de palabras dulces, por no calificarlas de absurdas, para que no amargue, a nadie se le escapa que es algo así como invitar a Lucifer a un banquete de ángeles, porque la cultura, la educación, la libertad de expresión y los valores democráticos no parecen que sean el sinvivir del presidente Duque precisamente. Basta repasar la lista de escritores que han sido críticos con sus políticas represivas y que han sido excluidos del evento: Fernando Vallejo, Héctor Abad Faciolince, Laura Restrepo, Piedad Bonett y William Ospina por citar algunos.

Cabe destacar también los pocos que fueron invitados para maquillar el expediente y han tenido la valentía de rechazar la invitación para no convertirse en cómplices. Está claro pues que los invitados no han sido seleccionados por ser buenos, que lo son, nadie lo duda, han sido elegidos por no ser incómodos. Al Gobierno colombiano, como a todos los gobiernos que ejercen la censura, la violencia, la represión, no le gusta que los ciudadanos quieran saber qué pasa con los jóvenes que desaparecen de la noche a la mañana como por arte de magia y, si aparecen, aparecen muertos, entre otros actos propios de otros tiempos, y le sobra arrogancia para servirse de un acto cultural tan importante como el que nos ocupa para proyectar fuera de sus fronteras una imagen que nada tiene que ver con la realidad que se vive en el país, por lo que la invitación, más que acertada, ha sido desafortunada a todas luces.

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