OPINIóN
Actualizado 18/09/2021
Julio Fernández

Profesor de Derecho Penal de la Usal

"La victoria es por naturaleza insolente y arrogante"

Cicerón

Cuando inicié mis estudios de Derecho, hace ya algunas décadas, escuché siempre de mis maestros, sobre todo de Pedro de Vega y de Tomás y Valiente, que el carisma en la política no lo dan las palabras gruesas que insultan y descalifican al contrario, que manipulan, que difaman, que hablan con prepotencia y soberbia, que abusan de la chulería y que actúan de forma chabacana, sobre todo cuando, crecidos por su endiosamiento, carecen de argumentos para rebatir las críticas si su idiosincrasia política es miserable, radical y excluyente.

Estas son, por desgracia, las características políticas de Díaz Ayuso, un personaje al que le quedan como un guante algunos refranes populares del estilo "cree el ladrón que todos son de su condición" o "dime de que presumes y te diré de qué careces". Es vergonzoso que en su alocución (más parecido a los discursos de Maduro, Trump o Millán Astray) del pasado jueves en la Asamblea de Madrid, haya pronunciado la ingente cantidad de insensateces que dijo, cuyo comportamiento me recuerda más a la escena de la niña de "el exorcista" cuando su cabeza dio un giro de 360 grados que la de un político serio, dialogante y sensato. Acusar, como hizo, a la diputada de Más Madrid, Mónica García, de que va a "perrear a la Ser" o de que "me viene a dar lecciones de gestión quién no ha gestionado nada en su vida", es de una desvergüenza sin límites, puesto que parece que desconoce que esta diputada es una prestigiosa profesional sanitaria, que ha aterrizado en la política teniendo previamente una profesión conocida y muy digna, mientras que la profesión de Ayuso ha sido y es la política, vive de ella, como Casado (que tuvo el mérito de ¿aprobar? La mitad de las asignaturas de la licenciatura de Derecho en tan solo 3 meses -¡qué portento!) desde que se alimentó de la savia de sus maestros, fundamentalmente de Esperanza Aguirre, sobre la que pesan presuntos casos de corrupción política de la época en la que fue presidenta de la Comunidad de Madrid, de la Caja B del PP de Bárcenas, de Gürtel, de Lezo o de Púnica. Y mientras Ayuso pronuncia esas lindezas en la Asamblea, sus acólitos diputados la aplauden enfervorecidos como auténticos hooligans futbolísticos o como los aficionados pasionalmente enloquecidos que acudían al "panem et circenses" en el circo romano.

Pero no sólo son las formas, sino también los contenidos. Un político de la talla del presidente de una Comunidad Autónoma -y de las más prósperas de España- no puede ignorar la realidad y hablar de las denuncias falsas sobre casos de violencia de género y participar de la filosofía de la derecha radical, xenófoba y excluyente de Vox, al decir que "voy a proponer una modificación de la normativa estatal que haga más efectiva la defensa del Estado de Derecho contra las denuncias falsas", cuando las denuncias falsas sobre violencia de género entre 2009 y 2018 han sido el 0,0069% del total de denuncias por violencia sobre la mujer. En 2020, por ejemplo, de 150.785 denuncias sobre violencia de género, no hubo ninguna falsa; en 2019, de 168.057 hubo sólo 6 falsas. En consecuencia, parece irrisorio que Ayuso pierda todo el tiempo del mundo en la Asamblea de Madrid -el templo de la democracia en esa CA- para seguirle el juego a sus amiguitos de Vox, sobre un tema que es claramente irrelevante. Por otro lado, en ese alegato sobre las "denuncias falsas" también dijo que ahí es donde "hay que poner el acento" (qué curioso, hay que hacer hincapié en ese ridículo porcentaje de denuncias falsas y no sobre las verdaderas) porque, continúa diciendo, "son conductas que se tratan de delitos penales?" (¿?). Y yo me pregunto, ¿una autoridad como es el presidente de Madrid conoce de la existencia de delitos que no sean penales? ¡Qué degradación de la política! Pero ahí está, considerándose una "diva", ya lo dijo ella misma, como si fuera Britney Spears. ¡País!

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