OPINIóN
Actualizado 10/09/2021
Mercedes Sánchez

Nos iremos quitando la piel húmeda, tan amada por el sol veraniego, para retomar el tono lívido que nos dan las luces artificiales. Volveremos a vivir las paredes de cuatro en cuatro, y se impondrán, poco a poco, los espacios interiores.

Nos sentaremos, horario en mano, mirando de frente cada hoja del calendario hasta que se vuelvan tan caducas como las que amarillearán en los árboles, y nos dejaremos impregnar de todos los tonos que vivenciaremos tan nuevos.

Llega el tiempo de los pequeños cambios, de chaqueta ligera en mano, quita y pon; de pensar en añadir un calcetín fino y un calzado que no nos agobie los pies que fueron tanto tiempo libres, para poder ahora corretear por el asfalto. Momento de reordenar lo ya ordenado, de saber esperar y no precipitarse para no guardar en el terreno abisal de los armarios aquello que la climatología nos obligue, sólo una vez más, a usar.

Septiembre es espacio de hormas, de normas, de meter en cintura la tripilla cervecera que se quedó, como invitada, de la mano de la sed; de retomar compromisos, de organizar agendas, de hacer planes?

El tic tac de los relojes marca el inicio del curso escolar, árbitro infatigable que reestructura la vida de los ciudadanos, que llena las calles de pitidos de hora punta, con un coro de ruedas de mochila vibrando en las baldosas de las aceras, y vuelven los abuelos, como tenores con la lengua fuera, dando consejos a los nietos durante el trayecto. En las clases, consignas a tutiplén para ir domesticando todo lo que el verano fue desmadejando, ardua labor?

En los despachos, las luces cenitales marcan ojeras cenicientas al compás de los teclados y los toques de teléfono. Mientras tanto, los escaparates se colorean de marrones y oscuros.

Y en las tardes, que se acortan de luz tanto como las ropas de los niños después del verano, hacemos listados de deseos todavía sin cumplir, de objetivos nuevos o antiguos, de sueños contumaces, y los miramos, atónitos, intentando buscar los huecos que nos permitan desarrollarlos entre las tareas que la vida cotidiana nos impone.

Septiembre es siempre inicio y fuerza, ánimo renovado, nuevo comienzo, pletórica energía, alegría de reencuentros.

Los árboles nos ven pasar con la sonrisa perdida, desperezándose del profundo sopor veraniego; corta siesta, piensan, entre el rumor callejero. También ellos se van de compras para vestir, en breve, sus trajes otoñales.

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