Una de las cosas que más sorprende, a todo aquel que visita Guadramiro, es el enorme tamaño de la ermita de la Virgen del Árbol, con unas dimensiones mastodónticas impropias de una ermita, que superan incluso las de la mayoría de las iglesias de la zona, y que no está muy lejos de la longitud y anchura que posee la iglesia parroquial de El Salvador del propio Guadramiro.
Sin embargo, es esta ermita una pequeña caja de sorpresas, pues además alberga en su seno al que es patrón de facto de Guadramiro, San Cristóbal, que antaño tuvo su propia ermita (en el conocido como Teso de San Cristóbal), y que tras salvarse del incendio y ruina que asoló a la misma encontró cobijo en la ermita de la Virgen del Árbol (a la que se trasladó en agosto de 1748).
Por otro lado, debido a la gran devoción que se tiene en la villa guadramirense por San Cristóbal, la titular de la ermita del Árbol acabó cediéndole el lugar principal del templo a este santo en 1972, cuando este gigantón pasó a ubicarse en el frontal de la que desde entonces es popularmente más conocida como "ermita de San Cristóbal".
No obstante, la ermita de la Virgen del Árbol no acoge solamente a la que fuera talla titular de la desaparecida ermita de San Cristóbal, sino que también da cobijo a un pequeño retablo dedicado a San Sebastián, procedente de la ermita a la que daba nombre (desaparecida a mediados del siglo XX), que se ubicaba al final de la calle San Sebastián de la localidad, en la zona conocida como "el matadero".
De este modo, puede decirse que la historia de las ermitas de Guadramiro se condensa en la única que pervive en la localidad, la de la Virgen del Árbol, cuya talla titular, de origen románico, y con su propio retablo, ocupa uno de los costados del monumento, en el que se dan cita los titulares de dos de las tres ermitas desaparecidas de la localidad, las de San Cristóbal y San Sebastián, desconociéndose el legado imaginero que hubiese podido dejar tras de sí la ermita del Humilladero de la Santa Cruz, la primera que desapareció.
En todo caso, en lo que concierne a las características de la ermita de la Virgen del Árbol, se sitúa en un altozano al que da nombre desde hace varios siglos, el Teso de Nuestra Señora, donde fue construida esta ermita en el siglo XVI, en unas obras que se prolongaron durante medio siglo, dirigidas por Lomba, y en la que llegaron a participar canteros de La Alberca, como recoge una inscripción tallada en uno de los arcos de la ermita.
Por otro lado, tal y como se apuntó previamente, llama la atención su enorme superficie, ocupando 400 metros cuadrados, destacando en su estructura interna los cuatro arcos que sostienen el templo y, especialmente, su bella bóveda de crucería, a cuyos pies hoy se encuentra la enorme talla de San Cristóbal, de casi tres metros de altura, y que supone una de las obras maestras del escultor Lucas Mitata, tallada en 1585 en un tronco de nogal negro.
Por último, en el exterior de la ermita destaca la espadaña, que preside el monumento y supone la parte con más altura del mismo. Es una espadaña que en su estructura recuerda a la de otras de la comarca, si bien llama la atención la delicadeza con que fue trabajada, con un cuerpo tallado de columnas y arcos que integran los dos huecos para las campanas, así como los laterales de este cuerpo de la espadaña rematados por unas garras y alas talladas. Sobre este cuerpo, se levantan dos más pequeños, uno con otro hueco, y el superior rematado en pico, con los costados de los mismos albergando pequeños pináculos, uno de los cuales, además, corona el pico que remata en su parte superior la espadaña de la ermita, jalonado con una cruz.
En definitiva, la ermita de la Virgen del Árbol o de Nuestra Señora del Árbol de Guadramiro es un templo que bien merece por sí mismo acercarse a Guadramiro a conocerlo, y no sólo por ser la ermita de mayores dimensiones de la Ramajería, sino especialmente por todos los detalles arquitectónicos que alberga, así como por las tallas que custodia, verdadero patrimonio de la rica historia guadramirense.