OPINIóN
Actualizado 03/09/2021
Mercedes Sánchez

Me gusta nadar, el agua rodeándome absolutamente, abrazando amablemente cada poro de mi piel, placenta agradecida, moviéndose rítmicamente al compás de mi cuerpo, aire entrando y saliendo armoniosamente de mis pulmones acompasando cada brazada, músculos que bailan una suave danza intensamente coordinada... ¡Qué bienestar!

Me gusta ver el mar azul, sus chispas blancas reflejando el sol, manta de innumerables bengalas sobre el agua. Ver el mar, ver el mar y todas sus relucientes escamas flotando alborotadas, sus espumas agotadas descansando lánguidamente en la orilla? Ver el mar? Beberlo con mis ojos? Que mi alma dé largas inhalaciones de azul brillando bajo ese manto claro que lo enmarca.

Me gusta ver las nubes, con sus formas caprichosas; tonalidades de blanco, una tras otra, con sus pinceladas acuosas o espesas, sus brochazos impecables o arremolinados.

Me gustan los naranjas atardeceres, eterno anuncio del esperanzado día que está por venir, y las antojadizas notas coloridas en gamas de azules y violetas que se funden cual acuarela.

Me gusta seguir las líneas que diseñan los aviones, e imaginar que llego en ellos a ese desconocido destino, puerto de arribada, con otras costumbres, otros paisajes y otras obras realizadas, con especial destreza, por mano humana.

Me gusta escuchar mezclados idiomas, distintos dialectos, sumergirme en diferentes acentos, (¡cuánta riqueza!) y que me posean y se adueñen -temporalmente- de mi perfecta habla salmantina.

Me satisface ver montañas y crestas y verdes y campos y dorados de espiga y sangre amapola.

Me complace estar con mis verdaderos amigos, bañarme en sus confidencias, compartir el tiempo, entregarlo y recibirlo, ¡bella ofrenda!?

Me encanta la sonrisa de mi hijo, agua bendita, bálsamo de alegría compartida su blanca sonrisa, sus ojos sinceros, su tersa piel, su abrazo infinito.

Disfruto dejándome llevar por toda la música que el mundo ha creado y por toda la que está por brotar, emocionada, del corazón humano.

Agradezco infinitamente la mirada aterciopelada agradecida y expresiva de mi madre, faro de vida, luz de guía, estación de salida y llegada, océano de generosidad, libro en el que leer la más bella historia de amor que jamás se ha escrito.

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