OPINIóN
Actualizado 31/08/2021
Francisco Delgado

La historia de dos amigos (historia cuya complejidad voy a resumir) es una historia tragicómica, como suele ocurrir en la mayoría de los relatos humanos y como Cervantes tan genialmente nos mostró.

Estos dos amigos tienen algunos aspectos muy comunes y otros muy diferentes (como también suele ocurrir con frecuencia). Ambos viven en Salamanca, desde hace años, y ambos tienen una "historia" en su relación con una ciudad muy semejante y muy diferente (pura paradoja). Uno de ellos, italiano de origen, adora Salamanca y su relación con Roma, la Ciudad Eterna, está situada, según la percibo, entre el rechazo y el odio. El otro es un salmantino, de nacimiento, y su relación con nuestra "Roma, la chica" ( como antes se le apodaba con frecuencia a Salamanca) odia, o por lo menos rechaza, desde que volvió a ella poco después de su jubilación. Este salmantino adora Roma.

Cuando yo le pregunto a mi amigo italiano qué le hace odiar esa ciudad tan atrayente para medio mundo, me responde con algunos ejemplos que, según él, justifican su odio. Cito aquí algunas de sus respuestas: " En Roma, con demasiada frecuencia hay huelga de recogida de basuras; esto hace que las basuras se acumulen y aparezcan cientos ( ¿o miles?) de gaviotas que se lanzan a por ellas. Pero como las basuras acumuladas dan mucho de sí, también aparecen centenares de ratones dispuestos a alimentarse opíparamente. Hasta que las gaviotas se dan cuenta de que un buen ratón, vivito y coleando, es más suculento que las basuras humanas: comienzan a cazar y devorar a los ratones. Cuando estos van desapareciendo, aparecen los jabalíes, en busca de su alimento entre las basuras humanas. Ahora, entre el tráfico que rodea el gran edificio de la RAI hay familias de jabalíes, que eventualmente atacan a los peatones. Pero el Ayuntamiento no hace nada para resolver el problema?Tampoco hace nada para que los pasos de cebra ( que en Roma son un espacio para que los coches circulen con prioridad, no los peatones) sean visibles, pues los pintan una vez y luego se pasan años sin volverlos a pintar?¿Y qué decir del Gobierno ( o los Gobiernos) de la nación? Los partidos políticos italianos tienen como objetivo obstaculizar todo lo que el Gobierno desea conseguir." Etc. ,etc. Esta es una muestra de los argumentos que sustentan la base, para mi amigo, de su odio y/o rechazo visceral a Roma.

El amigo salmantino es más "sibilino" en su descalificación radical de su ciudad: nos cuenta su lista personal de experiencias con todas (!) las instituciones salmantinas en las que se ha sentido invisibilizado (como se dice ahora) y nulamente atendido en sus razonables demandas, según él. "No soy tan estúpido como para no valorar la riqueza arquitectónica de esta ciudad, o las vistas excelentes para cualquier pintor o fotógrafo, el Tormes, el Paseo fluvial?pero las instituciones, el comercio, los servicios, las asociaciones?no funcionan. Esta ciudad no funciona", termina nuestro amigo, radical y lleno del enfado contra su ciudad.

He titulado "cimientos líquidos" la base de estos penosos sentimientos de rechazo de estos dos amigos con sus ciudades, pues el subjetivismo que los sustenta en ambos casos es tan patente que sus argumentos nunca podrán ser hormigón armado. Una desviación de unos metros del punto de vista de cada uno y su percepción de los errores y "horrores" de ambas ciudades, Roma la grande y "Roma la chica", se diluyen como un terrón de azúcar en un vaso de agua.

A mí personalmente, escuchándolos, me hacen reír tanto como cualquier entremés cervantino.

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