Conocido también como "el Monje Loco", Grigori Yefímovich Rasputín (1869-1916) fue uno de los personajes más emblemáticos de la historia. Sanador, místico, brujo y un profeta. Trabajó como consejero del último zar de Rusia, Nicolás II, y su papel fue determinante para la caída de los zares.
A duras penas podía escribir. No recibió una educación formal, pero sabía algo de teología y leyó a los padres de la Iglesia. Es probable que adquiriera esa mínima formación en 1897, en el monasterio de Verjoturie, al que peregrinó. ?"Leí mucho"? dijo tras volver a Pokrovskoie, su habilidad para citar las Escrituras o los Padres apoya ese comentario. Pero eso era todo. Cuando el monje Iliodor quiso prepararlo para el sacerdocio, se desesperó: ? "Es un lerdo, no aprende nada, es más bruto que un tocón"? Y cuando Hermógenes pretendió lo mismo, Rasputín le dijo que? "Yo no podía ni soñar con algo así. Para ser sacerdote hay que estudiar mucho. Hay que meditar con mucha concentración. Y eso no es para mí. Mis pensamientos son como pájaros del cielo, van de un lado a otro sin que yo pueda impedírselo"? El Monje Loco, le gustaba participar en orgias y se acostó con buena parte de la nobleza rusa. Visionario, profeta, sanador místico, brujo, y otros calificativos similares son el aura de este siniestro personaje. El puesto como consejero del Zar, contribuyó a la caída del zarismo. ¿Es cierto que predijo su propia muerte, así como la llegada del Comunismo, la caída de la Iglesia en Rusia, e incluso la contaminación y la fecundación in-vitro? ¿Era, como dice la leyenda, inmune al cianuro? ¿Qué hay de verdad en los rumores sobre la longitud de su pene, que supuestamente se conserva en formol en un museo erótico de Rusia? Grigori fascinaba porque era, al mismo tiempo, místico y pecador. Abrazaba la religión, llevaba a cabo curaciones milagrosas que nadie podía explicar. Fue un niño problemático. Vivió sus primeros años, en Pokróvskoye una aldea de (Siberia). Un lugar -que incluso hoy- parece congelado en el tiempo: Desde pequeño se ganó el calificativo de" niño raro". Tenía muchos tics y era nervioso, siempre tenía que estar haciendo algo con las manos. Ya entonces era conocido por sus profecías o visiones, falleció el 30 de diciembre de 1916, a los 47 años de edad. Su hija María, cuenta, que con 14 años gritó "¡el reino de Dios está con nosotros!", y se fue a esconder al bosque, donde permaneció hasta que regresó "con una luminosa tristeza".
Con Rasputín es imposible saber qué es verdad, y qué es mentira. Cuenta la leyenda que, siendo un niño, se contagió de unas fiebres que lo hacían delirar. Se había producido un robo de caballos en la aldea y, sin que nadie supiera cómo se había enterado, saltó de la cama y se lanzó encima de un vecino, gritando "¡Este es el ladrón!!Este es el ladrón!". En efecto, se demostró que había robado el caballo. Los expertos creen que sufría algún trastorno mental que le impedía centrarse en una sola cosa. Cuando se hizo adulto no encontraba trabajo estable, se dio a la bebida y participó en un robo de caballos (la actividad delictiva más popular en aquellos tiempos). Curiosamente, sus compinches fueron desterrados, y él fue el único que no fue condenado. En 1887 Rasputín se casó con Praskovia Fiódorovna Dubrovina, con la que tuvo cinco hijos, dos murieron a edad muy temprana. Apenas cinco años después lo abandonó todo, e ingresó en un monasterio. Las malas lenguas dicen que estaba involucrado en la muerte de un niño, pero no se ha podido demostrar. Poco después ingresó en una secta cristiana prohibida por la Iglesia Ortodoxa -llamada los Flagelantes- en donde creían que la Fe se alcanzaba con el dolor. Organizaban orgías, Rasputín era uno de sus más fieles participantes. Ahí nació la leyenda o historia sexual, donde se afirma que se acostó con buena parte de la nobleza, su miembro excesivamente desarrollado le hizo famoso. Al morir asesinado, le cortaron los atributos sexuales, una criada los cogió, y tras pasar por varias casas nobles rusas y un anticuario, acabaron en el mencionado museo.
Se le atribuye la frase: "Cuanto más grandes sean los pecados, más le satisface a Dios perdonarlos". Su vida cambió cuando conoció a un ermitaño que le ayudó a dejar la bebida y a no comer carne. Regresó a casa transformado en un monje místico, que iba a convertirse en el principal consejero del Zar de todas las Rusias. Las dotes de sanador llegaron a los oídos de la zarina Alejandra, en 1905 lo llamó a la corte para ayudar a su hijo y heredero al trono, Alexéi Nikoláievich, que sufría hemofilia, enfermedad heredada de la reina Victoria de Inglaterra e incurable en aquellos tiempos.
El curandero Rasputín asombró a todos aplacando, temporalmente, la enfermedad al hijo de zar, con métodos que nadie podía explicar, ¿quizá mediante una hipnosis?. Puede. Se convirtió en su médico personal y cautivó completamente a la zarina. Su influencia era tan grande que se dice que todas las decisiones de Nicolás II eran revisadas por el propio monje. Durante la Primera Guerra Mundial sus enemigos lo acusaron de ser un espía alemán e influir en la zarina, de ascendencia germana.
Un asesinato de película
Como es lógico, a muchos duques, condes, y otros miembros de la corte rusa no les gustaba que un pueblerino falto de higiene y vestido como un pordiosero, tuviera semejante influencia en el matrimonio de los Padrecitos.
El príncipe Yusúpov y un grupo de hombres habían preparado, lo que sería la trampa para cazar a la bestia. En el sótano del palacio de Yusúpov se disponía la mismísima tentación para un hombre de las características de Rasputín. Narrar los pormenores de todo lo que debieron planear aquellos hombres para al fin alcanzar su objetivo sería demasiado extenso. Así pues, imaginemos la escena anteúltima:
El príncipe y Rasputín sentados en aquel sótano lleno de manjares, con una decoración cuidada y con un hogar de leños crepitantes. Los amigos de Yusúpov habían dispuesto todo al detalle y esperaban en el piso de arriba el desenlace ansiado. Rasputín había sido engañado, no se imaginaría nunca que aquella sería su última noche. Tanto la bebida como los bocadillos tenían la cantidad de cianuro suficiente, como para matar un batallón. Rasputín y Yusúpov, hablaron animadamente durante largo tiempo. El monje, comentando sus triunfos respecto a todos los intentos de asesinato que había sufrido; el príncipe, tratando de equilibrar sus nervios, pues él estaba justo en "eso" atentar contra la vida de su interlocutor, y daba la impresión que aquel hombre zafio, sospechaba sus intenciones. El tiempo corría, y el hombre de confianza de los zares no probaba bocado de los tentadores dulces espolvoreados con veneno, ni bebía nada de todo lo que Yusúpov le ofrecía. Cuando los nervios de Yusúpov estaban por quebrarse, Rasputín aceptó una copa de vino de Crimea y comenzó a devorar los dulces mientras dialogaba en un ambiente más relajado. El príncipe, no podía creer lo que estaba viendo, había ingerido la cantidad de veneno suficiente como para matar a un regimiento. Más tarde el invitado pidió beber Madeira, y se rehusó a que le cambien el vaso. El príncipe quiso persuadirlo comentando: que no era de buen bebedor mezclar bebidas, sin embargo Rasputín negó el cambio. De nada le sirvió, el Madeira también estaba envenenado. Todo estaba pensado para que la presa no escapara del destino que Yusúpov y sus hombres le habían trazado, según sus convicciones, por el bien del imperio, la realidad es qué eran simpatizantes, en los comienzos, de la Revolución. Debilitado por el veneno, Rasputín, parecía conocer lo que estaba pasando. Yusúpov tomó un arma y pidiendo al cielo fuerzas para terminar, le disparó al corazón. El hombre cae sobre la alfombra de oso dispuesta junto al hogar. Al oír el estampido, los compañeros del noble que esperaban en el piso de arriba, Purichkevich, el doctor Sukhotin y el gran conde Demetri Pavlovich, corrieron escaleras abajo. En el caos de la marcha chocaron con el príncipe que no salía de su desesperación y torpemente dejaron sin luz el sótano. Una vez restablecido el orden lo examinaron para corroborar su muerte. La bala le había atravesado el corazón. Ahora restaba la segunda fase del plan: deshacerse del cuerpo.
Subieron para ultimar los detalles del traslado hasta la isla Petrovski. Sin embargo había temor; no podían creer que habían cumplido con su objetivo y bajaron a ver si todo estaba bien. Yusúpov se acercó al cuerpo y lo sacudió para verificar su estado. En ese instante Rasputín se puso de pie: roja de sangre su blusa de seda, espuma en la boca y los ojos desorbitados de odio. El príncipe casi muere de terror. El cuerpo atiborrado de cianuro tenía una fuerza irracional y estaba trenzado en fiera lucha con su verdugo. Yusúpov logró escapar y llamar a Purichkevich para informarlo de que la bestia se resistía a morir. Mientras tanto, Rasputín, alcanzó una puerta secreta y logró salir a un patio interno. "Esa puerta debía estar cerrada", pero no fue así. Los perseguidores encontraron al "teóricamente" muerto en el patio y le dispararon hasta que cayó sobre un montículo de nieve. Eran cerca de las cinco de la madrugada del 29 de diciembre de 1916 y Rasputín, ahora sí, había muerto. Aquellos hombres convencidos de que en aquel acto habían salvado a Rusia.
Jamás podríamos saber la suerte de Rasputín de haber vivido diez meses más para presenciar la revolución de octubre de 1917 que signaría el destino de aquélla inmensa región. La suerte de Yusúpov,tuvo que huir de Rusia con su esposa Irina cuando estalló la revolución bolchevique. Se estableció en París, escribió algunos libros y realizó inversiones que le permitieron vivir holgadamente. Vivió con el fantasma de aquella noche dando vueltas para siempre en su memoria. Félix Yusúpov murió en Francia en 1967. Tenía ochenta años y, aquel joven de 29 años que había dado muerte a uno de los más celebres y temidos personajes de la Rusia zarista, todavía recordaba cada detalle de lo que había ocurrido aquella noche de diciembre.