OPINIóN
Actualizado 24/08/2021
Francisco Delgado

Hace poco menos de un año asistí por estas fechas, en la terraza del DA2 de Salamanca a un concierto del grupo Concierto3, de cuyo excelente hacer he escrito en otras ocasiones. Aquel día del pasado septiembre estábamos aún sumergidos en pleno miedo sobre el traumático presente y negro futuro que se divisaba. El concierto de los tres músico-poetas fue una delicia de aire fresco, terapéutico, individual y colectivamente, para nuestros inquietos estados de ánimo.

Desgranando las grandes poesías de nuestros mejores poetas del siglo XX (García Lorca, Antonio Machado, Miguel Hernández, Neruda, Goytisolo, Juan Ramón Jiménez, etc.) sentimos un mensaje decisivo en esos versos y en esa Música: la vida continúa, y continuará; no podemos dejar de luchar y resistir.

Esa tarde me hice a mí mismo una promesa: volver a escuchar a Concierto3 antes de un año. Ya sabemos que hacerse una promesa a uno mismo es explicitar un sólido deseo.

Hace unos días, en un encuentro imprevisto con el cantautor del grupo le prometí que asistiría a uno de sus recitales programado para el sábado en un pueblecito que toca ya la frontera portuguesa, Villar de la Yegua. El sábado cumplí la doble promesa, con Concierto3 y conmigo mismo, viajando hasta los límites de la extensa Salamanca: fue una noche lorquiana, no solo por el concierto ofrecido, sino por todo lo que durante el anochecer y la noche ofreció la madre naturaleza: atravesando los campos charros llenos de toros multicolores, de repente, hacia el oeste, aparece el dios sol metiéndose poco a poco en la oscuridad de fondo, pero sin ocultar la parte sumergida. ¡ Qué sol poniente tan majestuoso, tan vivo, tan bello?!"No me extraña que muchos de nuestros antepasados lo adoraran" pensé. Estábamos ya cerca de Villar de la Yegua, pero ningún geógrafo había considerado digno de un cartel señalizador al pequeño pueblo. La voz del móvil nos indicó que la cobertura desaparecía.

Minutos después llegábamos a una pequeña y acogedora plaza del pueblo, donde llegaban las risas y las voces de todos sus habitantes, disfrutando de una suave y cálida noche de agosto. ¡Iluminada toda la escena y todo el cielo por una luna llena de luz intensa, que desafiaba triunfante las pocas luces del pueblo! La misma luna que Lorca amó, dibujó, nombró en tantos de sus poemas, como los que Concierto3 nos ofreció con su generosidad la noche del sábado pasado.

Un único "pero" a los responsables municipales de la organización del concierto: ¿por qué no dejarnos disfrutar de él, al aire libre de la noche cálida, en esa plaza, con esa luna irrepetible, en estos tiempos de coronavirus aún de gran riesgo de contagios? Decidieron que se hiciera en el bonito Centro Cultural, que tiene mucho tiempo por delante para ser utilizado sin riesgos de contagio alguno.

En el viaje de vuelta dos imágenes se entremezclaban en mi mente: la imagen de Concierto3 recorriendo los pueblos salmantinos, llevando lo mejor de nuestra poesía a poblaciones desprovistas de oportunidades culturales, y La Barraca, el grupo de teatro que Lorca y sus compañeros actores llevaban también de pueblo en pueblo, por los infinitos campos de España.

La vida sigue con todo su poderío, si un falso optimismo humano no echa a perder los caminos que sabiamente la naturaleza traza.

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