OPINIóN
Actualizado 22/08/2021
Redacción

El pasado 18 de este mismo mes de agosto, se cumplían ochenta y cinco años del fusilamiento de Federico García Lorca, uno de los hechos más trágicos, despiadados e innecesarios de nuestra historia contemporánea.

España mata, sacrifica, hace desaparecer a su figura literaria más genial en las letras contemporáneas. Federico García Lorca es el escritor español del siglo XX más universalmente conocido y celebrado. Más que ningún otro.

Ese cainismo de quienes se niegan a aceptar que el pueblo, que nuestro pueblo, no tiene cabida en las decisiones de nuestro país terminó con la vida de Federico García Lorca, que estuvo siempre del lado de los humildes, porque su manantial expresivo, en todos los géneros que cultivara, surgió precisamente de ese hemisferio de los humildes, de los pobres, ya fueran los campesinos del sur de España, o ya los sectores populares de Nueva York, la gran metrópoli contemporánea, de cuya crisis del 29 fuera testigo presencial y que plasmó en ese poemario genial y único que es 'Poeta en Nueva York'.

No vamos ahora a glosar su obra, una verdadera cima, tanto en poesía como en teatro. Sí, a apuntar algunos elementos estremecedores. Cuando visitamos, hace ya muchos años, el paraje en que fusilaran a Federico García Lorca, un malhadado 18 de agosto de 1936, entre las localidades granadinas de Víznar y Alfacar, cerca de tal paraje hay una gran alberca árabe conocida como Ainadamar, que, en ese idioma, significa 'fuente de las lágrimas'. Por el trágico destino de Federico, ya estaba llorando, desde hacía no pocos siglos, una fuente de aguas perennes e inagotables.

En verano de 2008, visitando la Exposición Internacional de Zaragoza, en torno al agua y su importancia, una noche de agosto, 'achinarrada' de estrellas (Unamuno 'dixit'), en la explanada del santuario de la Virgen de Magallón, al aire libre, contemplamos una bellísima representación de 'La casa de Bernarda Alba' de Federico García Lorca, a través de la cual ?en aquel misterioso cosmos nocturno?, se podía percibir, con una intensidad sobrecogedora, ese dominio trágico de unos seres humanos sobre otros, que impide que tantas y tantas vidas no puedan realizarse plenamente.

Porque el norte de toda la creación de Federico García Lorca es la realización humana plena de todos, absolutamente de todos. También de los humildes, a los que se les niega, a lo largo y ancho de la tierra, el pan y la sal. De ahí que el poeta rematara su sobrecogedor "Grito hacia Roma" (de 'Poeta en Nueva York') con este verso diáfano: "Porque queremos que se cumpla la voluntad de la tierra, que da sus frutos para todos."

De ahí que el poeta, también, en otro hermoso poema ?'Gacela de la huida'? de 'Diván del Tamarit' (donde su poesía de un salto hacia adelante, que no sabemos hasta dónde podría haber llegado), incluya en la perspectiva del amor a todos los seres humanos, cuando afirma: "No hay noche que, al dar un beso, / no sienta la sonrisa de las gentes sin rostro".

La perspectiva del amor, porque queremos que se cumpla la voluntad de la tierra, que da sus frutos para todos. La perspectiva del poeta inmortal, vilmente asesinado por un antifraternal cainismo que tanto nos cuesta superar.

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