OPINIóN
Actualizado 14/08/2021
Julio Fernández

Profesor de Derecho Penal de la Usal

La educación es un derecho fundamental de todos los ciudadanos, según establece el artículo 27 de la Constitución Española y, como tal, los poderes públicos tienen el deber de garantizar que los principios y valores que se establecen en el Estado Social y Democrático de Derecho sean materias que deben impartirse a los niños en los colegios, además de enseñarles lengua, matemáticas, historia, geografía o ciencias naturales (por poner sólo algunos ejemplos). Es más, esa educación en valores democráticos, de respeto a la dignidad y los derechos humanos en una sociedad pluralista donde coexisten distintas formas de ser y pensar, distintas concepciones filosóficas, ideológicas, religiosas y de culto, debe ser transversal y tenerla presente en cada una de las materias concretas de la enseñanza.

Inculcar a un niño que los ciudadanos blancos, negros, castellanos, catalanes, marroquíes, senegaleses, rubios, morenos, altos o bajos, gordos o delgados, mujeres y hombres, tienen los mismos derechos, no es adoctrinamiento, como insinúa la derecha política de este país, puesto que el artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 establece claramente que "todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos" y en el artículo 2 se completa esta proclamación diciendo que en el reconocimiento pleno de los derechos y libertades no puede haber distinción alguna por motivos de "raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición".

Decir al alumnado en clase que niños y niñas son iguales y que tienen derecho a las mismas oportunidades en la vida: sociales, culturales, educativas o laborales y que se deben rechazar las conductas que ejerzan violencia, intimidación, chantaje, amenazas y coacciones entre personas de diferente sexo cuando la motivación exclusiva de esa violencia es para dominio y control de un sexo sobre otro, no es adoctrinar. En este aspecto y reconocido por la inmensa mayoría de la sociedad, el machismo es una conducta que está enraizada en nuestras tradiciones y costumbres y que se eduque a los niños y niñas que no debe ser así, no puede tacharse, como hacen algunos sectores políticos y sociales, de ser "feminazis".

Que las leyes penales contemplen delitos específicos cuando el agresor es hombre y la víctima mujer, siempre que el motivo de esa violencia, de esa agresión, de ese homicidio o asesinato, hunda sus raíces en una relación sentimental presente o pasada y por el hecho de ser mujer a la que quiere dominar y controlar, es absolutamente normal; teniendo en cuenta, además, que desde el punto de vista criminológico estas conductas se dan, por desgracia, con bastante frecuencia. La educación es, por tanto, en este y el resto de aspectos de la vida, absolutamente fundamental. Es la mejor forma de prevenir conductas, no sólo delictivas, sino contrarias a los estándares de una convivencia pacífica y acorde con una sociedad moderna, respetuosa con los derechos de los demás y pluralista.

Que se creen asignaturas que propongan afrontar los problemas ecosociales, sabiendo que el cambio climático es una realidad provocada por los abusos cometidos por el ser humano, es absolutamente racional, sensato y coherente. En la derecha política son varios los ejemplos de mandatarios que han ridiculizado el cambio climático, desde Aznar a Rajoy o Rafael Hernando. Este último llegó a decir que los que se preocupaban por el medio ambiente eran "comunistas radicales". Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, manifestó, no sé si por su ignorancia ?que ha demostrado sobradamente- o por su maldad y animadversión hacia el gobierno del Estado ?también-, que "nadie ha muerto por la contaminación en Madrid y no es real la alarma de salud pública". Martínez Almeida, alcalde de Madrid, decretó el cierre de Madrid Central tal como estaba diseñado por el gobierno municipal de la antigua alcaldesa Manuela Carmena y que pretendía hacer de Madrid una ciudad moderna y próspera, sí, pero también sostenible desde el punto de vista medioambiental.

Que se inculque al alumnado que la justicia debe ser igual para todos, que un Estado Social y Democrático de Derecho se caracteriza por la ausencia de privilegios, que los ciudadanos deben denunciar las corruptelas de los poderosos y no deben interiorizar que es lógico que quien ostente el poder se corrompa, porque es, hasta cierto punto normal; ya se sabe "si yo estuviera en su situación también lo haría", porque como también expresan los dichos populares, los poderosos lo pueden hacer ya que "tienen el querer con el poder y la justicia está con ellos siempre". Esto último es una realidad en España y el ejemplo está siendo la reacción de los sectores sociales acomodados, de los políticos de la derecha y la ultraderecha y de sus palmeros, puesto que no censuran las presuntas "corruptelas" ?pagadas incluso con dinero público- del rey emérito. Claro, ¿cómo va a ser tratado penalmente igual un miembro de la casa real que un perroflauta comunista?

¿Por qué la derecha , la ultraderecha y sus aduladores mediáticos están tan cabreados con un sistema educativo que impulse el respeto de todos estos valores que no son más que principios básicos de la convivencia en una sociedad pluralista y democrática? ¿No será que lo que de verdad pretenden estos integristas ultramontanos herederos de la España casposa, la de "charanga y pandereta/ cerrado y sacristía/devota de Frascuelo y de María" -que denunciaba Machado- es crear súbditos y no ciudadanos libres que piensen, duden, sientan y sean reflexivos y críticos? ¿No será que a la derecha política y mediática les interesa mucho más tener fieles que ciudadanos, creyentes que militantes de la libertad, la igualdad, tolerancia, solidaridad y pluralismo, que es la esencia de un Estado Social y Democrático de Derecho?

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