OPINIóN
Actualizado 22/07/2021
José Alfredo Pérez Alencar

Jacqueline Alencar en una de las ofrendas al vasco de Salamanca que organiza la Asociación Amigos de Unamuno, de la que formaba parte (Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca. Foto de Elena Díaz Santana)

Hay instantes que perduran para siempre. Momentos inolvidables que no se borran de la memoria. Una muestra de esta aseveración se encuentra en este poema que me ha enviado, desde Madrid, el destacado poeta asturiano José Manuel Suárez (Laviana, 1949), quien obtuvo el Premio Ciudad de Salamanca del año 2009 y ha sido profesor de ética y filosofía en la Universidad San Pablo-CEU, hasta su jubilación en 2014. Ha publicado los siguientes libros de poesía: En sigilo de llama (Adonais, 1994); Desde más luz (Calambur, 1996); La tierra en tantas manos (Fundación Jorge Guillén, 1998); Que en pan crecía (Calima, 2002); En sed de alianza (Adonais, 2006); Tras la huella de un ala (Salamanca, 2009); La velocidad de los muertos (Pre-Textos, 2010); Oigo unos ojos. Misereres y payasos de Rouault (Tansonville, 2010), El mal de amén. Tríptico (Burgos, 2011); Pintura de interiores Cuarteto (Libros del Aire. Madrid, 2013); El grabador de sílabas. Muerte y reparación de Paul Celan. Oratorio (Ars poetica, 20017); Abedules, contra las nubes claras (Ars poetica, 2018), Morada a sus balidos. Anáforas y kiries de la consolación (2021) y 'Paloma o larga nieve' (Tiberíades, 2021). Su obra figura en varias antologías. Actualmente dirige la revista literaria "Licencia poética". José Manuel Suárez participó en el XXI Encuentro de Poetas Iberoamericanos, celebrado en Salamanca en 2019, el cual estuvo dedicado a San Juan de la Cruz.

Este poema lo he enviado a Araceli Sagüillo, poeta amiga, para que pueda incorporarlo en el libro que está preparando a modo de tributo afectuoso de los poetas hacia Jacqueline.

José Manuel Suárez, Alfredo Pérez Alencart y Jacqueline Alencar en el Colegio Fonseca de la Universidad de Salamanca (foto de José María Sánchez Terrones)

EN PRESENCIA Y ESPERA DE JACQUELINE

Tarde de suave luz. Conmigo tengo

pasos tuyos callados, que así avanzan.

Estas horas

están subiendo a ti ?reales y soñadas.

No estarás lejos si puedo imaginarte

llegando a casa

desde tu dulce luz y lentas horas,

que no pasan.

Al acabar el día,

bajo algún techo bueno tú te guardas.

En tarde de sombra viva

el sol me habla.

?

Oigo tus ojos,

que están sonando aquí desde otro tiempo.

Bronces quizá;

campanas lejos.

Algún tañido

con leve olor a incienso...

Me puse a andar;

por delante de mí te mandé un beso.

?

En mar abierto y grande

estoy remando.

Hacia tu voz

aprieto mi timón en surco largo.

Me haces seguir.

No dejan mis brazos

de remar y remar,

de seguir en las aguas algún rastro.

En tan grandes olas

mi pequeño barco.

¿Qué brilla allá a lo lejos, encendido?

Tú, el faro.

Mi cariño y recuerdos te daba por Alfredo.

Hoy, Jacqueline, ya son solo mi clamor callado.

El dolorido abrazo más empuja

en la pobreza de seguir remando.

?

A la puerta de casa miro montes lejanos

para tener la cumbre que pretendo.

Desde el fondo del valle las campanas me mandan

la luz que va subiendo.

Te estoy buscando siempre tan arriba.

Más cerca; estás viniendo.

Ya estás en casa: donde el beso del hijo,

donde por siempre tú y Alfredo.

?

Un gran peso de piedra en mis palabras

al viento,

que van por ella a Ti.

Señor, ¿te habrán llegado?

Pesan, pesan? No van de vuelo.

El poeta José Manuel Suárez en el Claustro del Colegio Fonseca (foto de Jacqueline Alencar)

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