"La mascarilla creo que se va a quedar para muchos pacientes, y además no sé si la gente se atreve a quitársela", explica Ignacio Jesús Dávila, jefe del Servicio de Alergia del Hospital Universitario de Salamanca
No hay edad para ser alérgicos, "pero también es cierto que cada edad tiene su alergia", Ignacio Jesús Dávila, jefe del Servicio de Alergia del Hospital Universitario de Salamanca y presidente electo de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEIAC). "Donde son más características es en los niños adolescentes y adultos jóvenes. La alergia alimentaria es más frecuente en niños, el doble que en adultos. La dermatitis atópica o el asma también", mientras que la alergia a los fármacos es más frecuente en adultos, porque la vamos tomando frecuentemente, y en los ancianos. "Es muy rara la alergia a determinados alimentos, como leche y huevo que son característicos de la infancia, aunque hemos visto casos", añade.
En España, cerca de un 33% de la población padece alergia. Y entre los alérgicos, unos 8 millones de personas lo son al polen, según la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC). Las enfermedades alérgicas aumentan cada año ? a lo que se suma que existe un mayor conocimiento sobre las alergias y se diagnostican mejor-, si bien las previsiones de los expertos apuntan a que 2050 la mitad de la población padecerá algún tipo de alergia.
La alergia es una reacción de defensa del organismo contra sustancias externas que penetran en el organismo, ya sea por el aparato digestivo (alimentos, medicamentos), por el aparato respiratorio (inhalantes), absorbidas por la piel (contactantes), o atravesando la piel (inyecciones, picaduras). El sistema inmune reconoce esas sustancias, inocuas para los que no son alérgicos, como extrañas e intenta neutralizarlas. En líneas generales, las alergias pueden ser respiratorias (rinitis, rinoconjuntivitis alérgica o asma), cutáneas (dermatitis atópica, urticaria, eccema), alimentarias e, incluso, se puede tener alergia a los medicamentos, al látex o a los insectos (avispas, abejas), entre otros.
"Ha aumentado la incidencia de las enfermedades alérgicas", explica el doctor Dávila. "Después de la II Guerra Mundial y los años 60 y hasta el 2000, aumentó mucho la alergia respiratoria, y luego han aumentado las alergias alimentarias desde finales de los 90 y casi se ha duplicado". ¿A qué se debe? Como explica, "tiene que ver posiblemente con las características ambientales y el nivel de vida. La contaminación tiene que ver, desde luego, y cada vez se habla más de los epitelios. Los epitelios respiratorios, el epitelio que recubre el tubo digestivo, la piel, son puertas de entrada. Ya no son una barrera, sino que tienen mucho que ver en toda la inmunología, cambia la permeabilidad de los epitelios por distintas agresiones, como los contaminantes, el tabaco. Y luego también influyen los detergentes y emulgentes que pueden tener influencia y aumentar la penetración de alérgenos y puede modificar la respuesta inmunología. Y la respuesta inmunológica por sí misma también altera la permeabilidad epitelial", añade al respecto.
Hay otro factor que también nos hace vulnerables a las alergias, "la utilización de antibióticos de amplio espectro nos cambia la flora intestinal, y junto a la flora microbiana de la piel, la flora del aparato respiratorio, son esenciales y nos ayudan a mantener un estado no inflamatorio y a evitar otros patógenos. Las estamos modificando con tanto antibiótico".
Las alergias tienen un componente genético. Esto significa que un niño cuyos padres son alérgicos tiene más probabilidades de desarrollar algún tipo de alergia -no tienen por qué ser alérgicos a lo mismo- que un niño que no tenga esa historia familiar. "Los niños cuyos dos padres son alérgicos tienen un 60% de posibilidades de ser alérgicos, los que solo es un progenitor, un 30% y los que no son, un 15%, porque influyen los genes y el medio ambiente. Ahora no todos los que tienen antecedentes desarrollan alergia", señala el doctor Dávila.
La prevención primaria (antes de que la alergia aparece) no siempre es fácil. "Se pueden identificar pacientes que tienen más riesgo de padecer alergia, ya que la alergia tiene un componente genético", explica, añadiendo que "se ha intentado hacer prevención, por ejemplo, retrasando la introducción de alimentos más alergénicos en los niños. También se ha intentado con probióticos y simbióticos para intentar regular la flora bacteriana, pero se han conseguido resultados dispares. Todavía no somos capaces de hacer una buena prevención primaria, pero llegaremos".
Mascarillas para protegerse
Para atenuar los síntomas de la alergia los expertos recomiendan el uso de mascarillas, que tienen como objetivo proteger al portador de la inhalación de microorganismos (bacterias, virus) y material particulado transportado por el aire. Preguntamos al doctor Dávila si la mascarilla que nos protege frente a la Covid-19 también ha resultado ser un excelente aliado para protegerse de alergias como el polen. "Absolutamente, ya la recomendamos antes", subraya. "Una cosa que nos llamó la atención es que cuando se acabó el confinamiento, la gente empezó a salir con la mascarilla, los pacientes alérgicos al polen notaban mucho más que otros años la sintomatología ocular, fundamentalmente porque mucha sintomatología nasal se la quitaba la mascarilla. La mascarilla creo que se va a quedar para muchos pacientes, y además no sé si la gente se atreve a quitársela".
Un estudio realizado por el Comité de Expertos de la SEAIC, en el que se analizó el poder filtrante de las mascarillas de protección ante la exposición al polen y los ácaros del polvo, concluyó que las mascarillas homologadas -que reducen hasta un 80% las partículas de pólenes y polvo en el aire inhalado- son una herramienta eficaz para reducir los síntomas alérgicos de los pacientes. Las mascarillas de protección o FFP (Filtering Facepiece) son las indicadas para pacientes alérgicos, cubren nariz y boca filtrando el aire que se inhala y retienen las partículas que se encuentran en el aire que respiramos como los pólenes y los virus.
Vacuna contra la alergia
Además de la utilización de mascarillas existen otras alternativas, como las vacunas de la alergia. Estas deben ponerse previamente a la exposición a los pólenes y dependiendo del tipo de vacuna puede ir desde unos meses a unas semanas antes de la época de polinización.
"Aquí tenemos mucha incidencia de pólenes, también de ácaros, aunque no tan elevada, y con la inmunoterapia en el caso de los ácaros y los hongos obtenemos mejores resultados. Sí podemos hacer tratamientos con vacunas totalmente recomendadas, tiene el potencial de modificar la enfermedad". En el caso de las alergias a los venenos de los himenópteros (avispas, abejas) se utilizan las vacunas para apicultores o para gente que ha sufrido picaduras. Todos los años mueren de 2 a 4 personas en España por picaduras".
También es importante recordar la inmunoterapia sublingual, una alternativa a los tratamientos pinchados que, debido a su buena tolerancia, se la administra el paciente en su domicilio. Aun así, es necesario seguir las tradicionales recomendaciones del especialista para disminuir la exposición a pólenes: evitar estar al aire libre, especialmente los días ventosos, viajar en el coche con las ventanillas subidas, revisar los filtros antipolen, evitar dejar mucho tiempo las ventanas de casa abiertas, entre otras.