OPINIóN
Actualizado 07/07/2021
Raúl Izquierdo

Tuve yo hace tiempo, en mi edad escolar, un profesor que nunca sonreía. Su rictus era casi como un busto tallado en la isla de Pascua. Y esa expresión casi nula en su cara, me hacía sentir incómodo. Recuerdo que me llamaba mucho la atención lo serio que era siempre y ya entonces me parecía extraño que una persona no sonriera nunca.

De mayor, he ido descubriendo los matices de las sonrisas, y debo reconocer, que me encanta ver las sonrisas de las personas. Pero he aquí que ahora, con esta funda inevitable que tenemos que llevar para evitar contagios mutuos, no puedo verlas, aunque me las pueda imaginar. Sí que veo las sonrisas de mis hijos, tan pícaras a veces, tan expresivas, tan cariñosas y dulces? son sonrisas de sentirse queridos y seguros. También es verdad que se enfadan, como todos, y pierden esa sonrisa. Y veo también las sonrisas de la gente más cercana que expresan tantos sentimientos de cercanía y complicidad. Yo mismo me descubro sonriendo en tantas ocasiones, incluso como preámbulo a la risa siempre tan contagiosa. Porque ciertamente, la sonrisa se contagia y además, es un virus recomendable.

Algunas veces he llegado a pensar que la sonrisa tiene más poder del que nos imaginamosy que si sonriéramos más, la vida sería mejor para todos. Es cierto, tenemos muchos problemas, muchas dificultades, muchos contratiempos? sí, están ahí y son reales. Pero, ¿nos han de quitar siempre la sonrisa? Una vez iba yo por la calle dando vueltas a no sé qué asuntos, cuando me crucé con un niño que me sonrió?entonces, yo le devolví aquel regalo con otra sonrisa y de repente, me dí cuenta de lo valiosa que fue esa sonrisa, así, sin esperarla, sin buscarla, tan solo econtrandola de forma gratuíta.

Ahora con las mascarillas, nuestras sonrisas se esconden. La expresión de los rostros pierden frescura e identidad, aunque siempre nos queda la mirada. Sé que tenemos que utilizarla, pero también sé que nuestras relaciones corren el riesgo de hacerse más frías y más distantes sin la magia de la sonrisa dibujada en nuestro rostro. Y eso nos hace humanos, porque cada sonrisa es distinta, nueva, única como lo es la persona que la regala. La sonrisa es un lenguaje que entendemos y que nos gusta, aunque sabemos que a veces puede haber alguna burlona o hipócrita. Cuando sale del corazón y espontánea, es una bocanada de aire fresco que nos da confianza y nos serena.

Sí, me gustaría sonreir más, incluso en medio de la zozobra y la tormenta. Y me gustaría tener más capacidad para descubrir, valorar y agradecer las sonrisas de los demás. Ahora, con la mascarilla, más difícil, pero está ahí, escondida, esperando ser descubierta, como un regalo que tienes que abrir.

No sé si los demás sonríen mucho o no. Muchos personajes de la historia podían haber sonreído más y a otros muchos les quitaron la sonrisa a base de violencia o de tratarlos como objetos o animales de carga. Todos tenemos derecho a la sonrisa, porque todos tenemos derecho a una vida con mayúsculas, donde podamos tomar decisiones, donde podamos ser felices. La sonrisa es universal y yo la pido para todos y todas, que bastantes motivos tenemos siempre para el encabronamiento y la desconfianza.

Me miro en el espejo y sonrío. Pasa el tiempo, pero la sonrisa está ahí, eterna. Por ti, no pasan los años, querida sonrisa.

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