OPINIóN
Actualizado 05/07/2021
Alfredo Pérez Alencart

Pazos y Colinas (de pie, segundo y cuarto por la izquierda), con los poetas participantes en la Cumbre Poética Iberoamericana de 2005

Dejo conocer otro de los poemas que me están llegando y que se incluirán en la antología "El ciego que ve", dedicada a Antonio Colinas y dentro del homenaje que se le tributará en el XXIV Encuentro de Poetas Iberoamericanos, previsto para los días 13 a 19 de octubre, por mí dirigido y formando parte del programa de actos de la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes.

Julio Pazos Barrera (Baños de Agua Santa, 1944, Ecuador). Doctor en Literatura por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Profesor jubilado de la PUCE. Vive en Quito. Entre sus libros publicados están: La ciudad de las visiones (Premio nacional de literatura "Aurelio Espinosa Pólit", 1980), Levantamiento del país con textos libres (Premio Casa de las Américas, Cuba, 1982), Mujeres (Premio "Jorge Carrera Andrade" del Municipio Metropolitano de Quito), Elementos (2011), Indicios (2015), El nómada (2018), Hojas del árbol de la vida (2020). Antologías: Poesía (1971-2002), Universidad de Cuenca; Poesía Junta, 2006, Casa de la Cultura Ecuatoriana; La invención del jardín, 2018, El ángel editor, Quito. Profesor invitado de la Universidad de Nuevo México, Albuquerque. Invitado a la XV Cumbre de poetas hispanoamericanos (Salamanca, 2005). Invitado a las ferias del libro en Santo Domingo, Caracas, Bogotá y Lima. Invitado especial al Festival de la Lira, Cuenca, Ecuador. En 2010, recibió el premio Eugenio Espejo del Gobierno Nacional. Es miembro Correspondiente de la Academia Española de la Lengua y Miembro de Número (Censor) de la Academia Ecuatoriana de la Lengua.

Pedro Shimose, A. P. Alencart, Jacqueline Alencar, Julio Pazos y Reynaldo Valinho, en la Cumbre de Poetas Iberoamericanos de 2005.

HUELLAS EN EL PARAÍSO

"que hace que seamos otra cosa

que seres que han nacido

para morir".

Antonio Colinas "En la luz respirada"

Tiempo y abismo

Camino por el páramo

y llega un aroma de tierra húmeda:

olor, color, instantes

diluidos en las curvas del sendero.

Acuden imágenes bien amadas:

rayas rojas y negras

en el aríbalo inca

que indican el alto recinto de los dioses,

la mitad, lugar de los hombres

y el subterráneo ámbito

de espíritus errantes.

En un claro del bosque

observo el Nacimiento de Afrodita,

mármol blanco del Trono Ludovisi

en Roma,

bajo el velo húmedo de la diosa

palpitan sus senos como leves palomas.

Renacen caricias en los confines

de mi cuerpo y recuerdo

el vaivén de tus manos,

sensaciones intensas y breves

comparables con la brisa

que roza el acopio de azaleas.

Me aproximo al amor:

ojos achinados, iris topacio, esperanza.

Avanza un río amazónico

y yo me pregunto hasta cuando seré

hombre que acumula

neblina, lluvia y mar.

Sigo las huellas y es mi alma

detenida delante de los nardos,

como un antílope

que no advierte la llegada del zarpazo

de la hambrienta leona.

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