OPINIóN
Actualizado 05/07/2021
Antonio Matilla

Igualdad: vi hace días en el periódico una foto de los 18 mejores estudiantes de Bachillerato y de la EBAU de Castilla y León en 2021. Doce al menos son mujeres; digo "al menos", porque los de las primeras filas tapan a los de las últimas y no está muy claro el número, que podrían ser más. No se puede hacer estadística con 18 personas, pero me da por preguntarme: ¿por qué las mujeres son superiores? Tampoco se puede hacer estadística con cuarenta alumnos, pero en mi curso de 4º del antiguo Bachillerato los dos mejores alumnos habían nacido en diciembre; eran los más pequeños del grupo, tal vez porque no podían abrirse paso a base de fuerza bruta, sino de trabajo e inteligencia. Las ventajas de las estudiantes actuales y de los varoncitos de antaño ¿son atribuibles a la Educación, más exitosa con las mujeres y con los pequeños o pueden explicarse por la discriminación positiva hacia los pequeños y las mujeres? Habría que analizar caso por caso, persona a persona, alumno o alumna o alumne, pero yo diría que no.

De mí y de mi experiencia sé decir ?el que más sepa, que más diga- que desde el punto de vista espiritual la ventaja femenina es abrumadora; dígase lo mismo de los oficios especializados en el "cuidado" de los pobres, enfermos o ancianos. Hace poco tuve que hacer una visita a una Dirección General de un Ministerio?también allí, entre los funcionarios, había amplísima mayoría femenina?Ser funcionario o funcionaria del Estado no es paja ni pera pocha y supone una buena preparación intelectual y un buen Curriculum. Claro que una sola Dirección General no hace granero, ni estadística, pero?¿Habrá una causa biológica de esta preponderancia femenina?

Donde no hay causa biológica, al parecer, es en el meollo de la "Ley Trans", sino que basta con la mera manifestación pública de una opinión individual, probablemente basada en un sentimiento. Las Ciencias adelantan que es una barbaridad, pero no parece que ocurra lo mismo con los sentimientos. Me explico: los sentimientos toda la vida de Dios han sido importantes; pero se hicieron preponderantes en nuestra cultura a partir de la Reforma protestante y, sobre todo, del Romanticismo del Siglo XIX, que contrapesaba el Racionalismo de los dos siglos anteriores. No es fácil ni conveniente separar sentimiento y razón, porque ambos nos influyen y todos nos dejamos guiar, en una ocasión o en otra, por el uno ?el sentimiento- o la otra ?la razón-, o por ambos a la vez. Un solo ejemplo: los que sufrimos, menos o más, las consecuencias de la dictadura o de la dictablanda, tenemos un acendrado sentimiento de agradecimiento y de compromiso vital hacia los valores democráticos aflorados durante nuestra Transición, a la par que aceptamos con nuestra cabeza que el sistema democrático es, al menos, el menos malo de los sistemas políticos y, casi siempre, el mejor de los posibles. El balance entre sentimiento y razón corre a cargo de nuestra conciencia, en el ámbito interno y subjetivo; en el ámbito social y político se apoya en la Ley, sin la cual no es posible la convivencia en libertad, de modo que el diálogo y la negociación tienen que basarse en ella, en la Ley.

Pero un paradigma nuevo ha venido a añadirse a la razón -digamos filosófica- y al sentimiento: la Ciencia, que tiene su propio método y de cuya importancia no se debe dudar, aunque muchos lo hacen (baste recordar que hasta un tercio de la población norteamericana no quiere vacunarse contra la Covid-19 ni ahora ni nunca). No sé si habrán cambiado mucho las cosas desde que terminé mi Bachillerato de Ciencias hace ya más de cincuenta años; allí me enseñaron que el cromosoma que determina nuestro sexo está presente en todas y cada una de los treinta millones de millones de células, aproximadamente, de nuestro cuerpo (treinta billones, pues; billones españoles, -no billions ingleses, que son mil veces más pequeños que los nuestros-). No sé si podemos prescindir de este dato biológico, creo que no sería prudente. Algo similar ocurre con el sentimiento nacionalista e independentista; es dudoso que pueda fundamentarse en una historiografía convenientemente contrastada con las investigaciones y debatida en el ágora de los historiadores. De modo que la lucha entre la Ciencia ?biológica o histórica- y el Sentimiento es a brazo partido. De momento, el Sentimiento ha sido indultado.

Cuando se lucha a brazo partido existe el riesgo de que el vencedor no sea el que tiene la Ciencia y la Razón de su parte, sino el que detenta el poder, el puro poder. Ya tenemos experiencia de qué pasa cuando se impone el puritito poder, como se impuso con los nazis, con los soviéticos y con el PC chino y sus adláteres: yo salgo perdiendo, la Naturaleza sale perdiendo, los más débiles salen perdiendo, la Humanidad sale perdiendo, la Moral sale perdiendo; la democracia e incluso el mero bienestar compatible con la libertad salen perdiendo. También los sistemas liberales tienen lo suyo, de modo que casi nunca podemos elegir lo mejor, sino lo menos malo, y más ahora en que el comunismo y el capitalismo radicales se unen, por ejemplo, en China. Como dijo Bertolt Brecht en su poema: son "Malos tiempos para la lírica". Claro que, en nuestro país, ya nos lo vestirán convenientemente de propaganda para colárnoslo por la puerta de atrás de la Ley, la puerta de la trampa.

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