Hace cincuenta años se consideró la oportunidad de enviar a algunos sacerdotes salmantinos a evangelizar como misioneros en Paraguay
La diócesis de Salamanca suele celebrar cada año las bodas de oro (50 años) y las de plata (25 años) el día 10 de mayo, fiesta de San Juan de Ávila, patrono del clero secular español. El año pasado, a pesar de que se cumplían los cincuenta años de la vida sacerdotal de nuestro obispo D. Carlos, no se pudo celebrar la jornada por la situación de pandemia que estábamos padeciendo.
Este año se quiso retomar la celebración de las bodas de oro y plata. Y, como era lógico, se intentaba celebrar las bodas de oro y plata de los dos últimos años. Y se planteó hacerlo el día de San Juan de Ávila con una eucaristía en la catedral nueva. Y nada más. Pero se prometió hacer más adelante un encuentro sacerdotal, con invitación a todos los sacerdotes de la diócesis, en que se mostrarían los testimonios de vida sacerdotal de todos los que cumplían bodas de oro y plata, acompañándolo luego con una eucaristía y una comida festiva. Este encuentro tuvo lugar finalmente en la casa de espìritualidad de los padres paúles en Santa Marta, el pasado lunes 21 de junio.
Celebrábamos las Bodas de Oro, correspondientes a los dos últimos años, de cinco sacerdotes, incluido en ellos el señor obispo. Y las de Plata de siete sacerdotes, más dos diáconos, los dos primeros que se ordenaron en nuestra diócesis. Asistíamos en torno a los sesenta sacerdotes, de entre los más hábiles en el trabajo pastoral.
Los que celebraban las bodas de oro, aludían a sus experiencias vividas a partir del Concilio Vaticano II. Pero también a las experiencias más recientes, tan diferentes de aquellas primeras.
La ocasión da pie para pensar en la situación sacerdotal de hace cincuenta años y en las de ahora. Al principio estaban cubiertas casi las cuatrocientas parroquias de la diócesis, y en algunas de las poblaciones con más habitantes hasta solía haber dos o más sacerdotes, como era el caso de Alba de Tormes, Guijuelo, Ledesma, La Alberca y otras. Y había posibilidad, y hasta oportunidad, de enviar a algunos sacerdotes a evangelizar como misioneros en Paraguay, donde llegó a haber hasta cincuenta sacerdotes salmantinos.
Hoy la situación es muy diferente. Ya no se pueden cubrir las cuatrocientas parroquias. Y hay que unir varias parroquias, a veces hasta más de una docena en el mundo rural. Pero también en la ciudad hace falta unir parroquias en nuevas unidades pastorales. Dos, tres o hasta cinco lugares de culto bajo la dirección de un par de sacerdotes. Y tenemos suerte de que están bajo los cuidados de comunidades religiosas hasta cuatro parroquias, y carmelitas, capuchinos y dominicos atienden sus propios centros de culto, con buena asistencia de fieles, que enriquecen los servicios cultuales de las parroquias ordinarias.
Terminaremos felicitándonos y dando gracias a Dios, por tener al menos tres seminaristas o aspirantes a la vida sacerdotal, dos de los cuales van a ser ordenados como diáconos el próximo día 11 de julio, domingo, en la catedral nueva a las seis de la tarde. Estamos todos invitados a asistir a esta ceremonia, y dar en ella gracias a Dios y pedir por el futuro de nevos sacerdotes. Estos dos diáconos están listos para ordenarse como sacerdotes en fechas no muy lejanas.
Bodas de oro y de plata, y nuevas órdenes de dos seminaristas, alimentan nuestros buenos deseos y nuestras esperanzas, de cara a que el servicio de nuestros sacerdotes siga adelante en la atención a los fieles, por otro lado cada vez menos numerosos y más mayores, y que se mantenga el fuego vivo en las parroquias y centros pastorales de nuestra diócesis.