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El azar nos depara extraños compañeros de necrología. O no tanto.
Hace unos días falleció Luis Calvo Rengel y poco después se recordó el vigésimo aniversario de la muerte de Nicolás Martín Sosa en un acto celebrado en la facultad de Pedagogía. Mi recuerdo los relaciona entre sí y a ambos con unos lugares y momentos no muy distantes. Siento que no podré ir muy lejos en esto, pues mi relación con ellos fue corta y mi memoria empieza a fallar.
Es fácil evocar el principio de la historia de Luis, pues muchas veces le hemos oído contar cómo, siendo un pequeño niño, el 19 de julio de 1936 iba de la mano de su padre por la calle Zamora y vieron pasar un escuadrón de caballería, que se dirigía hacia la Plaza Mayor para leer el bando de guerra de los militares sublevados. Poco después ocurrió el episodio de "el tiro en la plaza", que dio lugar a la muerte de once civiles, víctimas de los disparos efectuados a quemarropa por los militares. Enseguida, Luis y su padre ?que sería detenido y encarcelado poco después? volvieron asustados a casa. Y comenzó un largo y lúgubre periodo de la historia de España, del que aún no hemos salido del todo.
(Uno se pregunta para cuándo algún símbolo memorial de esas víctimas. En esa plaza Mayor, que hasta hace poco ostentó la vergüenza del medallón infame; en esta Salamanca donde estamos saturados del recuerdo de Unamuno ?que, al fin y al cabo, murió de vejez y enfermedad, contra lo que insinúan algunos impostores, y que saludó con igual ímpetu la venida de la República y la del Movimiento "salvador de la civilización cristiana"? ahí, digo, se echa de menos algún detalle expresivo para esas víctimas).
Mi relación con Luis precisamente tiene que ver la con memoria histórica, de la que fue uno de los primeros impulsores, como él mismo relata en su libro Semillas de libertad, que se puede consultar en la web de la asociación Salamanca Memoria y Justicia, de la que fue presidente honorario hasta su muerte. En la antigua cárcel provincial ?hoy centro cultural DA2? se puede ver la "capilla" o celda donde pasaban su última noche los condenados a muerte, que eran fusilados al amanecer en el campo de El Marín. También recordamos a Luis allí mismo, al lado de la siniestra puerta de hierro, contándonos esas últimas horas de su padre -uno de esos condenados-, la carta de despedida a su compañera e hijos, la muda ensangrentada, su compromiso sindicalista y su ejecutoria de luchador por la libertad, que marcó al propio Luis hasta el final.
De Nicolás Sosa ya escribí hace tiempo. En el acto del pasado lunes fue recordado sobre todo desde el punto de vista académico y familiar. Un acto así no permite agotar todas las facetas de una personalidad como la de Nicolás. Aquí me va ocurrir lo mismo. Solo corregiré algo que se dijo sobre la escasez de su obra escrita, pues en Dialnet, que recoge obra académica, hay más de sesenta referencias suyas, con libros, artículos, tesis dirigidas, etc. Pero no alude a algo que los que estuvimos en la brega de las movilizaciones ecologistas y políticas de los años setenta y ochenta elaboramos con profusión y anónimamente, por lo general. Me refiero a panfletos, informes y folletos de divulgación, destinados a ampliar la influencia social. No todos eran irrelevantes o efímeros. Conservo varios boletines del Comité antinuclear de Salamanca que son pequeñas obras de arte, ejemplares por su claridad, rigor y viveza gráfica, y que atribuyo sobre todo a la pluma de Nicolás. Seguramente no fueron los únicos que escribió.
(Dejo para otra ocasión explicar la relación entre estos dos hombres buenos: Luis Calvo Rengel y Nicolás Martín Sosa).
(Foto: Salamanca RTV al día)