OPINIóN
Actualizado 24/05/2021
María Jesús Sánchez Oliva

El conflicto diplomático desatado entre Marruecos y España se ha convertido en una crisis humanitaria sin precedentes. La razón, la cuartada, el pretexto o la maldad que sea, ha sido la hospitalización en Logroño del líder del Frente Polisario, Brahim Gali, debido a su estado grave por la Covid, que ni podía ser tratado en Argelia, ni quisieron tratarlo en Alemania y acabó en España. El gobierno de España confirmó que lo hacía por razones estrictamente humanitarias. No seré yo quien me ponga en contra de que un gobernante sea asistido con las atenciones que merece cualquier ser humano por el simple hecho de serlo, pero si me paro a pensar en las barbaridades que los gobernantes han cometido y no pocos siguen cometiendo con los ciudadanos, trabajo me hubiera costado hacerlo a sabiendas de lo que nos esperaba. Por salvar a una persona, no se puede poner en peligro a miles, es la norma de los países desarrollados entre los que se encuentra España. Para los otros, entre los que se encuentra Marruecos, la norma es acabar con miles aunque solo sea para salvar a uno. El gobierno de Marruecos no tardó en pasar de amigo a enemigo y le hizo saber que lo pagaría caro. Unas semanas después llegó la terrible venganza. Sin que los servicios españoles pudieran sospecharlo, se abrió la frontera, la policía marroquí cerró los ojos, corrió la noticia por Internet y una avalancha de entre nueve y diez mil personas no tardaron en lanzarse al mar sin papeles y con lo puesto para alcanzar las soñadas costas de Ceuta y Melilla en busca de un futuro mejor. Para que la tragedia fuera más terrible casi dos mil personas de tan triste caravana eran niños hasta de cinco y seis años que recogidos de la calle en autobuses fueron plantados en la frontera y lanzados al mar para enfrentarse solos a una aventura tan terrible que no podrán olvidar jamás. ¿Por qué tanta crueldad? ¿Cómo es posible que los niños, bebés incluso, sigan siendo utilizados para estos fines? ¿Qué hay que hacer para que los gobernantes entiendan que no son dueños de los pueblos, que son, simplemente, servidores de los ciudadanos?

Por los medios de comunicación y por personas de Marruecos afincadas en España sabemos que sus familias no han visto las terribles imágenes que a todos nos han sobrecogido estos días. Las únicas noticias que reciben son las que les llegan a través de los mensajes que algunos migrantes pueden enviar a través de sus teléfonos. Cuentan también que muchos padres, ante la desaparición de sus hijos, están contactando con familiares, conocidos o conocidos de conocidos en España para rogarles que se desplacen a Ceuta para localizar a sus hijos. Compleja tarea entre tantos cientos de niños, adolescentes, menores que, pese a los esfuerzos de no pocos españoles por ayudarles vagan solos por la calle, sin ropa, sin comida? ¡Qué triste! ¡Qué vergüenza! ¿Será posible que los responsables de este drama se queden sin castigo?

Mientras que España campea el temporal lo mejor que puede, seguramente, Mohamed VI y su peña de fieles, en cualquiera de sus lujosos palacios, brinda por lo bien que le ha salido la jugada cuando lo que debería hacer es reconocer que sus súbditos no han aprovechado la trampa para huir de su país, han caído en ella por huir de él y de sus políticas, y empezar a poner remedio en lugar de dedicarse a buscarles y buscarnos problemas por un conflicto que, sean amigos los países o sean enemigos, debe resolverse entre gobernantes.

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