OPINIóN
Actualizado 12/05/2021
Manuel Alcántara

El oficio de político tiene que ver con lo que se pretende hacer tanto como con el medio de vida de una actividad que hoy, y para la mayoría de las situaciones, es una profesión más. A todo ello se le puede añadir épica, incluso mística. Ni que decir tiene que el oportunismo no falta, así como otras cuestiones más sutiles que van desde el narcisismo a la ambición sin dejar de lado, ¿por qué no?, la convicción, el altruismo y la vocación de servicio. Pero, para la gran mayoría de quienes se dedican a la política hay una inequívoca medida de su valía, o si se prefiere, de su validación para su tarea: los votos que obtienen periódicamente en las elecciones que ratifican o desacreditan su andadura.

Por otra parte, la política conlleva, aunque no en todas las situaciones, una buena dosis de espectáculo, algo surgido en los albores de la aparición de la televisión y acrecentado poco a poco desde entonces. Ello supone enfatizar imágenes que se acompañan de relatos donde el histrionismo es el vehículo canalizador. La oferta entonces entra en un bucle que se acomoda al configurado por otras con las que compite. El marco de situaciones más o menos complejas determinadas por la historia, los cambios sociales y los retos económicos dibuja el escenario movible en el que se interpreta cada día. Quienes allí actúan, además de lo señalado, requieren de energía y de fortuna, amen de asesoría que edulcore su semblante.

Lo que se ha escrito a lo largo de siete años sobre Podemos, excede con creces lo señalado por alguno de sus fundadores a propósito del salto dado desde las aulas universitarias a los estantes de las bibliotecas. Las expectativas de convertirse en bibliografía se superaron con creces y seguirán estando vigentes. El señuelo de la nueva política, confundido con las experiencias latinoamericanas, se mezcla con personalismos y conflictos internos que copian guiones de series de ficción de indudable encanto. Pero también el papel del liderazgo promisorio se entrevera con la lozanía de la calle y de quienes desean asaltar el cielo. La retórica de una izquierda sacrificada que se considera traicionada alimenta el reencuentro con un pasado siempre mitificado.

Siete años como político profesional es un lapso que en promedio se sitúa en una franja intermedia de quienes han tenido dedicación política. No obstante, con inteligencia y pasión pueden vivirse intensamente, acaparando los focos y generando referencias sobre las que terminan situándose los demás. Es la proyección de la lógica amigo-enemigo y asimismo de las expectativas de cambio social acordes con los nuevos tiempos, aunque se vistan de añejo. Es el usufructo de quien abandona porque se reconoce de paso -y no como aquel que decía estar de oyente y quemó décadas en la política-. No es poco bagaje. En las elecciones europeas de 2014 su candidatura, pues su foto dominaba la papeleta, obtuvo 249.000 votos en Madrid, en 2021 alcanzó 261.000, esa es su épica.

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