OPINIóN
Actualizado 03/05/2021
Alfredo Pérez Alencart

País de Locos (100 x 70 cm. Tinta, témpera, acrílico y acuarela sobre papel), del artista cubano-español Luis Cabrera

Escrito hace más una década, bien pareciera que este poema mío surgió ante las imágenes de políticos españoles o norteamericanos (y de muchos lugares del mundo) que no dan la talla para la labor que tienen encomendada. Lo reproduzco ahora, pues también en 2019 salió publicado en una interesante antología de poetas españoles coordinada por Fulgencio Martínez y editada en Oviedo por Ars Poética. (A. P.A.)

EN DÍAS COMO ESTOS

En días como estos, torcidos, cuando no hay mea culpa

y todo lo preside el cascabeleo de los demagogos

o el envite de celestinas pegajosas, no mataré mi sonrisa

ni mi instinto arquero por los caminitos de la rima,

por el trecho de las llamaradas, por la miel de la connivencia.

Ahora me llamo Universo y me pongo cielo abajo pero

Cerca, muy cerca de las dos mitades del gran cañón.

Déjenme ser bulto incansable, greda giratoria al pie

de la tórtola que voló por el desierto. Ahora

me llamo El Siempre con la ruina de su hacienda

pero ubérrimo de sosiego. Doy fe que el destierro

no me resulta largo, que le hinco el diente

a quien muestra los colmillos. Más adelante pediré

un entierro en el aire. Mientras, síganme

fuera de los templos fríos. Síganme a repartir el trigo,

pero primero a sembrarlo lejos del tedio, sin

liturgias, pero con desbastada Apocalipsis de primicias.

Quiero ver por dentro en días como estos, ver el misterio

que reside dentro de la luz arriba de los dátiles.

Llueven primaveras desde un anillo y ahora me llamo

Jeroglífico. Me doy a explicar cómo se han hecho

las cosas, cómo dentro quedó la vida que no ha sido

devorada del todo. Conservo la marca

y escribo precarias sílabas en la piedra más alta.

Exactamente ahora me llamo Siervo juntando inocencias,

colocando a los demás en la balsa, primero la antorcha

del niño que fractura holocaustos. Al final sube

el tutor absorto imbricado en el tiempo, en su gran

embudo. Dejadme parpadear la sangre de la vigilia

destemplando la osamenta de los ídolos. Dejadme libar

de las antiguas ánforas donde se guarda el vino

del milagro. Dejadme quedar en calidad de prisionero

de mi propia certeza.

En días como estos, de pronto me peso

en la balanza aborigen y me arrullo en el meridiano

de su fiebre, de su pulso. Desnudo amor al paisaje

de antaño, verdes lentejuelas a favor de la dicha.

Cantaría en la verbena final, sin pavor al ridículo

de agrietar el silencio en días como estos que trasudan

carroña, que hieden a realidad degollada

zozobrando en torno mío.

Gato de Oro caza ratones coloraos (100 x 70 cm. Tinta y acuarela sobre papel), de Luis Cabrera

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