¿Sigue existiendo entre nosotros el honrado pueblo soberano, ese pueblo trabajador, en los más diversos campos de la vida social, que sostiene siempre y levanta a un país, o más bien estamos ante un pueblo adormecido, conformista, consumista, acomodaticio?
En estas fechas de primeros de mayo, en que se celebra en todo el mundo la fiesta de la clase trabajadora (la manual, la intelectual, la de todos los sectores), de toda esa inmensa humanidad, de todos aquellos que ?según expresión de nuestro gran Jorge Manrique? viven por sus manos, nos surge esta pregunta.
Pues parece que hubiera poderosas fuerzas con intereses muy poderosos que trataran de destruir esa conciencia que tiene el ser humano, para que nada se opusiera a sus poderosas perspectivas, que a veces nuestra gente no llega a comprender, aunque sí a sufrir.
El gran José Ángel Valente, un poeta y escritor de primerísima importancia no solo entre nosotros sino de toda la Europa occidental, utilizaba en un momento determinado la expresión de "el honrado pueblo soberano", en un artículo en que comentaba una sobrecogedora fotografía de jornaleros de la localidad sevillana de Lebrija.
Estamos en la celebración, sí, del honrado pueblo soberano. Pero, en este presente tan contradictorio y turbulento, mucho nos tememos que nuestra gente esté pasando por un período de una preocupante atonía.
Los historiadores dicen ya que, a lo largo del siglo XX, hubo dos momentos ilusionantes en los que nuestro pueblo llegó a vibrar: uno fue el de la proclamación de la segunda república; el otro ?que muchos de nosotros hemos vivido? fue el de la transición democrática, en la que se llegó a percibir muy vivamente esa sensación del pueblo español de que la democracia iba a traer ?como, de hecho, en buena parta así ha sido? muy positivos cambios para todos.
Pero, desde un tiempo a esta parte, parece que las ilusiones se han esfumado, lo mismo que la conciencia. Lo expresaba muy bien ese genio goyesco de El Roto, cuando, en una de sus recientes y geniales viñetas, mostraba un brazo enarbolando una bandera con el siguiente lema: "¡Adelante hacia el pasado!"
En ese paradójico avance de retroceso parecemos estar todos. Y, así, qué vamos a celebrar, si la conciencia es escasa, lo mismo que las ilusiones. Pero la semilla de esa soberanía de nuestro pueblo, de esa conciencia que pugna siempre por la humanización y la dignidad de todos, debería estar aún viva y debería dar fruto.
Porque nuestro loco más genial, Don Quijote, en plena Sierra Morena, ante unos cabreros, ante esos "pobres pastores de ganados" de que también hablara Jorge Manrique, pronunció ese hermoso discurso comunal sobre la edad de oro.
Y es que la más hermosa y quijotesca tarea de nuestro pueblo tendría que ser la de pugnar por una nueva edad de oro que nuestro país bien se merece.