OPINIóN
Actualizado 23/04/2021
Juan Robles

Una pandemia universal exige soluciones universales

Ha sido algo así como un milagro que se haya conseguido tener vacunes efectivas en menos de un año, cuando lo normal es que una vacuna llegue a poder ser aplicada al menos en diez o más años. Y se siguen produciendo un buen número de nuevas vacunas, entre las que destacan la rusa, la china, la estadounidense y la británica, incluso alguna cubana.

En cuanto salió la primera vacuna, los países europeos, y los más poderosos del mundo, llegaron a acuerdos con las farmacéuticas para disponer de ella con prioridad. Así la Unión Europea comprometió las primeras cantidades notables para poder comenzar una vacunación digna. Pero las farmacéuticas no respetaron el convenio con la excusa de que no podían producir la cantidad suficiente, y los países de la Unión Europea sintieron la tentación de buscarse la propia solución cada uno por su parte. Un reto y un fracaso global práctico que será preciso recomponer de algún modo para dar paso efectivo a la vacunación universal.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha insistido y sigue insistiendo en la necesidad de que las vacunaciones lleguen a todos los países, incluso los más pobres y necesitados. La motivación es la razón práctica de que la vacunación será ineficaz mientras no llegue al menos al 70% de la población mundial. Y la misma proporción es necesario realizar en todos y cada uno de los países.

El Papa Francisco ha insistido una y otra vez en la necesidad de ser solidarios con todos los países, y especialmente con los más pobres.

La Unión Europea, la OMS y el gobierno de Francia pusieron en marcha enseguida el fondo COVAX para gestionar la cooperación eficaz, así como la equidad y la universalidad en la distribución de las vacunas. También la Gran Bretaña ha puesto en marcha su propio organismo de distribución de las vacunas. Y se están realizando multitud de acuerdos bilaterales entre diversos estados, para que lleguen a los países más desfavorecidos las nuevas vacunas.

España se ha comprometido a compartir con los países pobres entre el 5 y el 10% de sus vacunas en cuanto estén vacunados la mitad de los españoles.

La pandemia se ha desatado y afectado mucho más gravemente en los países pobres, y tiene efectos mucho más perniciosos entre los más desfavorecidos y vulnerables dentro de cada país, y así urge mucho más la vacunación de estos países.

Hay que comprender que los pobres no pueden quedarse en casa, porque necesitan salir cada día a buscar el mínimo sustento diario. Tampoco tienen muchas veces el agua mínima suficiente para poder lavarse las manos con frecuencia. Se comprende entonces la necesidad de compartir con estos países pobres las necesarias vacunas, y aun otros posibles medicamentos para el tratamiento de la enfermedad.

Se comprende que una pandemia universal como ésta exige soluciones universales y nadie puede permanecer al margen. Es imprescindible ejercer el multilateralismo y la solidaridad universal. Hasta que no estemos vacunados todos, o al menos la mayoría, no estaremos a salvo.

Queda un largo camino para afrontar la enfermedad, pero también los consecuentes y gravísimos efectos económicos que está produciendo. Hasta ahora, el 80% de las dosis de las vacunas se han dado sólo en 10 países, lógicamente los más poderosos.

Para una mejor distribución es necesario producir más del doble de lo que hay disponible actualmente.

Pero, además, para lograr que las vacunas lleguen a los países más pobres, es absolutamente necesario que se flexibilice el sistema de patentes de las vacunas y de otros productos farmacéuticos.

Las ONGs, la Comisión Europea y hasta 114 parlamentarios presionan en esa dirección. Además, de esta respuesta solidaria depende incluso la recuperación económica de todos.

VACUNAS PARA TODOS YA.

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